Adrien suspiró cuando vio alejarse de aquella mujer, poco después estaba llegando a su casa, el ama de llaves, al verlo llegar, lo ayudó a descender.
- Señor… ¿Cómo está? Yo juraba que regresaría más tarde… ¡Nos tenía preocupados!
- ¡Tranquila, Hilda! Solo fue un golpe, afortunadamente solo fueron algunos puntos en la cabeza y ya… - Dijo el joven mientras cruzaba la puerta de su casa.
- Bien, señor, creo que no podrá irse a descansar tranquilamente. - Dijo la mujer mortificada.
- ¿Por? - Preguntó Adrien con curiosidad y cansancio a la vez.
- Hay alguien en casa… Tenemos visitas, señor… - Dijo el ama de llaves nerviosa.
- ¿Quién?
- Yo… Adrien Bianchi… - Dijo Giuseppe Giorgi, levantándose mientras se apoyaba de su bastón.
- Señor… ¿Qué le trae por aquí?
- Primero que nada, ¿Qué demonios fue lo que te ocurrió? Y quiero la verdad… - Dijo Giuseppe seriamente.
- ¡Nada…! ¡Abuelo, aquí no pasó nada…!
- ¿Cómo demonios te atreves a hablarme así, escuintla malcriada? – Dijo el abuelo f