Massimo y Diana se encontraban abrazados mientras se encontraban recostados en aquella amplia cama. Miraban hacia la ventana y podían ver la oscuridad de la noche, podía oler el mar, podían escuchar cómo las olas del mar golpeaban al llegar a la orilla.
Diana tenía razón, los días que han estado viviendo en aquel lugar, se vivían de manera diferente.
No había peleas, no había que ser alguien que no eran. Ellos eran una pareja normal, disfrutando de su luna de miel, disfrutando de sus desayunos, comidas y cenas.
Eran una pareja que, tomada de la mano, caminaba por las estrechas calles de Santorini. Eran una pareja que se tumbaba en la arena para rostizarse con el delicioso pero abrazador sol de medio día.
Diana caminaba orgullosa, tomando firmemente la mano del que hoy era su amado esposo.
Ella definitivamente era una chica joven y hermosa, a la que no faltaba quien la mirara dos veces, cosa que en algún momento incomodaba a Massimo, ya que ¿Cómo podía competir con aquellos jóvenes hom