Esa misma noche, con dolor y un poco de dificultad, Valeria se levantó de la cama, en su mente sonaban las palabras que Massimo le había dicho: “sería bueno que le eches un vistazo a tus hermosos hijos…”. A paso lento salió de su habitación, solo vio al hombre que vigilaba el acceso a esta, le pregunto si sabía dónde estaban los cuneros, él la ayudó a llegar a ellos, por medio del cristal pudo ver a sus dos pequeños, se veían tan pequeños e indefensos, Massimo tenía razón, ellos no tenían la culpa de las culpas que cargaban los padres.
— Señora Barzinni ¿quiere pasar a ver a los pequeñines? —dijo la enfermera que cuidaba la zona de cuneros.
— ¿Puedo?
— ¡Claro! Sería muy bueno que mamá, por fin, los abrace y amamante, la primera lechita es esencial para estos bebes, así que pase…
La enfermera primero le pasó a la bebita, la cual se movía, lentamente, pero se movía, Valeria había tomado asiento en una silla que estaba ahí, cuando la cargo pudo sentir su diminuto cuerpo y se percató de qu