Minutos más tarde, Massimo llegaba a las oficinas del Grupo Pellegrini, no tuvo ningún problema para entrar, Franco ya le estaba esperando.
— Massimo… ¡Qué agradable sorpresa! ¡Hoy me has visitado dos veces!
— Déjate de idioteces y trae a los niños…
— Mmm… Cambio de planes, tus hijos aún no llegan, pero tú puedes firmar…
— ¿Acaso crees que soy idiota? Esto ya lo tenías planeado, ¿verdad?
— Massimo, sabes bien que soy un hombre de negocios, tus hijos están vivos, me sirven más vivos que muertos, pero ellos aún no llegan…
— ¡Eres un desgraciado! Solo me estás haciendo perder el tiempo, dime, ¿dónde demonios están?
— Massimo, firma el maldito documento y los tendrás en tu casa antes del amanecer…
— Franco, ¿acaso me crees idiota?
Mientras ellos dos estaban discutiendo, el teléfono de Franco comenzó a sonar, el hombre lo sacó y contestó.
— ¿Por qué no me sorprende que saldrías con una cosa como esta? — Dijo Marco con voz seria y viéndolos desde lejos.
— ¿Marco?
— ¡Efectivamente! Ahora dime