Aria, luego de algunas semanas, había ido a ver a Pietro, Celeste y las niñas, la familia estaba encantada de poder convivir con ella.
Pietro no lo reconocía, pero extrañaba a su madre, quien, aunque recién la había encontrado, poco a poco se fue ganando su corazón, con atenciones y mimos como si él fuera un niño chiquito.
Luego de comer, Pietro quiso salir a caminar aprovechando que las niñas dormían y que Celeste se había quedado dormida con ellas también.
- ¿Cómo has estado, madre?
- Bien, hijo, bien, adaptándome a la enorme casa, ¿Sabías que he comprado montones de rosas? ¡Quiero que esa casa se llene de flores!
- Me imagino, ¿Sabes una cosa?
- Dime…
- ¡Te extraño! ¡Sé que no hemos convivido mucho, pero te extraño, madre! No sabes cuánto…
- Hijo… Yo también los extraño, pero, yo ya he vivido mi vida, de una manera u otra, ya he vivido mi vida y ahora es momento de que vivas la tuya…
A todo esto, ¿Cuándo piensan casarse? Estoy completamente seguro de que Celeste no te lo dice, pero