─John, ¿qué tienes? ─me apoyé sobre los codos, espabilé somnolienta en repetidas ocasiones, miré el despertador y luego a él; lucía agitado y aunque no podía vislumbrar su rostro discerní que algo no andaba bien, verlo sentado a los pies de la cama siendo las tres y media de la madrugada no era apropiado.
─Estoy bien, cielo, vuelve a dormir ─murmuró.
─Lo haré cuando tú lo hagas ─rodeé su espalda, besé sus hombros y me quedé en silencio junto a él.
Perdí la cuenta del tiempo que duramos en la misma posición, solo se escuchó su respiración y el viento azotando las cortinas del balcón.
─Ya estuvo bueno, volvamos a dormir ─se reacomodó conmigo entre sus brazos a su lado de la cama, se sintió demasiado bien tenerlo por entero pegado a mí, sus latidos, su respiración, sus duros músculos, y el agradable olor amaderado que no desaparecía de su piel.
─ ¿Ha sido una pesadilla? ─suspiré dejándome llevar por la comodidad de su cuerpo.
─No importa, duerme.
Horas mas tarde me desperté sobresaltada,