Tengo un dolor punzante en mi cabeza, intento centrar mi mirada en Max, pero no puedo. Todo me da vueltas, solo escucho los gritos de él, no está dispuesto a dejarme en paz, así que continúa con los golpes, uno tras otro. Mi cuerpo no tiene fuerzas para luchar y me quedo tumbada en el suelo y con mis brazos intento protegerme.
—¡Max! —la voz de Jud llega hasta mis oídos antes de desmayarme.
Abro los ojos lentamente, parpadeando contra la luz blanca y brillante que llena la habitación. Mi cabeza late con un dolor constante, y todo a mi alrededor parece borroso y confuso. Intento moverme, pero no tengo fuerzas, como si estuviera atrapada en un sueño del que no puedo despertar.
A medida que mi visión se aclara, puedo distinguir las formas familiares de los equipos médicos y las paredes blancas del hospital. El sonido de un monitor acompañado del suave murmullo de las voces en el pasillo.
De pronto, empiezo a recordar cómo he llegado hasta aquí.
Una enfermera entra en la habitación, sonr