Mientras hablo con mis amigas, Nati recibe un mensaje en su móvil. Frunce el ceño al leerlo y luego me mira.
—Mi ginecóloga me acaba de escribir. Le han anulado una cita, por si quieres pasarte ahora, te atenderá encantada.
Suspiro, sin muchas ganas de ir, pero Jud y Nati insisten.
—Vamos, Mía, es importante —murmura Jud, tomándome del brazo.
Resignada, me dirijo al baño. Me doy una ducha rápida y me pongo un pantalón de chándal y una camiseta corta blanca. No tengo ánimos para maquillarme, así que decido ir al natural.
Llamamos a un taxi y, en poco tiempo, las tres estamos montadas y en camino a la cita con la ginecóloga.
Llegamos a la consulta. La doctora nos recibe con una sonrisa cálida, y nos hace pasar a la sala de espera.
—Mía, por favor, pasa al consultorio —pide amablemente.
Antes de entrar, me giro hacia mis amigas.
—Chicas, esperen aquí. Necesito hacer esto sola.
Jud y Nati se miran con preocupación, pero respetan mi decisión. Después de media hora, abro la puerta del con