Capítulo 62.
El coco ladrón consiguió un paño limpio y tomó mi mano. Con delicadeza presionó mis dedos.
—¿Te apetece una taza de chocolate caliente? —preguntó mientras vendaba con habilidad mis dedos y manos.
Parpadeé.
—¿Chocolate?
—Sí. A menos que prefieras una taza de té, pero sé que lo odias.
—¿Cómo...? Olvídalo.
Suspiré, mirando cómo sus dedos se movían con precisión, como si cada nudo en la venda fuera una excusa para tocarme.
—También podrías simplemente decir por qué odias la porcelana. No te juzgaré, lo prometo.
—¿Y por qué crees que la odio? —pregunté con voz baja.
—Porque le lanzas platos a los fantasmas que te atormentan en vez de cuchillos —replicó sin mirarme, ajustando la venda improvisada en mi muñeca—. Y por lo que escuché desde el pasillo, hay uno en la mazmorra.
Fruncí el ceño.
—¿Te dedicas a escuchar conversaciones ajenas ahora?
—No, solo a los gritos que llegan desde la cocina —sonrió apenas—. Aunque debo admitir que la parte donde dijiste “eres un lobo soltero, libre y puedes