No cabía duda: la irritación en la voz de Harris era evidente.
Sobre todo cuando lo sorprendió al ver a Kylie sonreír. Sonreír de verdad, como si de veras disfrutara cenar a solas con una bomba de tiempo.
Todo el mundo sabía que Brown solo obedecía a Damian. Para él, el resto del mundo no era más que hojas secas arrastradas por el viento.
‘¿Qué le pasa a este tipo?’, pensó Kylie, desconcertada.
—Señorita, tome esto —dijo Harris, sacando su cartera y extendiéndole una tarjeta de presentación.
Kylie la aceptó y bajó la mirada. Sus ojos se abrieron al leer el cargo:
Director del Hospital A.
Y justo debajo, el logo del Grupo Alexander.
—Llámeme si alguna vez necesita algo… como un examen de la vista o quizá una evaluación psiquiátrica. ¡Gratis!
En otras palabras, estaba insinuando que ella estaba ciega o loca. Brutal.
En la mente de Harris, la única mujer que se sentaría voluntariamente frente a Brown era una sin pulso.
—¿Por qué iba a necesitar eso? Veo perfectamente y, definitivamente,