Kylie se envolvió en la chaqueta de Brown, y el calor la envolvió al instante. El aroma de él aún se aferraba al tejido: limpio, masculino y reconfortante, incluso después de un largo día.
‘¿Por qué huele tan bien?’, pensó, mientras un pensamiento travieso se colaba en su mente antes de que pudiera frenarlo. Aun así, no resistió la tentación de acercar el cuello de la chaqueta a su nariz.
—No esperes más de mí que esto.
La voz de Brown sonó suave, casi como si hablara con la noche y no con ella. Pero Kylie entendió: esas palabras iban dirigidas a ella.
‘¿Eso significa que me ha perdonado? Me dio su chaqueta... Aún le importo.’
—¿Significa que me ha perdonado, señor? —preguntó con cautela.
Brown no respondió. Su mirada permanecía fija en el oscuro cielo sobre ellos.
Kylie bajó la vista hacia el lago frente a ellos. La luz de la luna se reflejaba en la superficie del agua, mezclándose con el resplandor de los faros del coche y pintando un panorama solitario.
—Señor Brown.
—Mm.
—Durante