Kylie se quedó inmóvil en el mismo lugar donde Brown la había dejado, mirando hasta que el coche desapareció entre el brillo dorado de las luces del jardín.
La brisa nocturna le nubló la vista. Abrazó la chaqueta que él le había puesto sobre los hombros un rato antes y, sin poder evitarlo, sonrió con timidez.
‘Vamos, Kylie, deja de hacerte ilusiones,’ se reprendió. ‘No seas tan confiada. Que él te haya perdonado ya es un milagro.’
Aun así… el corazón le dolía. Brown no se había disculpado ni una sola vez.
Aunque le hubiera dado su chaqueta porque hacía frío, eso no significaba nada.
‘¡Olvídalo! Mejor seré feliz por mi cuenta.’
Una pequeña sonrisa se dibujó en sus labios mientras pasaba junto a la casa principal —ahora silenciosa— y se dirigía a la casa trasera.
Los guardias de turno descansaban en las esquinas, riendo, bebiendo café y picando algo. Se veían relajados, contentos.
Kylie, sin embargo, aceleró el paso. Tenía cosas que hacer antes de dormir.
‘¿Qué pasa? ¿Por qué se escucha