Livia sacó unas mantas y una almohada del armario y las llevó al sofá. Pero dormir ya no le resultaba tan fácil. Se rindió, agarró el móvil y apagó la televisión.
Con el pulgar, abrió el chat grupal del personal.
—Vaya, este grupo está encendido esta noche.
—¿Tampoco duermes?
—Jajaja, ¿señorita Livia, usted también?
—Me acabo de despertar. Dormí una siesta antes.
El chat era un caos, saltando de memes a quejas sobre clientes. Tiffany incluso mandó la foto de un chico guapo de su pueblo, y las solteras del grupo enloquecieron al instante.
Livia rió por lo bajo, arropándose más con la manta. Ni siquiera la subió con las manos, solo se retorció y se acomodó hasta quedar envuelta como una oruga.
Entonces—clic.
La puerta se abrió con un chirrido.
Livia se quedó helada.
Damian estaba en el umbral, callado durante un largo instante. Sus ojos se posaron en ella, hecha un ovillo bajo la manta. Desde adentro se escapaban risitas apagadas. Una rara, leve sonrisa le curvó los labios.
¿Qué hace ah