Desde que Angelo se lastimó la pierna, Paolo había vivido atormentado por la culpa, una herida que lo llevó a consentir a su hermano en todo.
Tras la muerte de su padre, Vittorio Morelli, se refugió en el dolor y se dedicó en cuerpo y alma a los negocios de la familia. Al mismo tiempo, buscaba con desesperación a los mejores médicos del mundo, a cualquiera que pudiera ayudar a Angelo.
Finalmente, en un congreso de ortopedia, y después de mover cielo, mar y tierra, consiguió contactar al que se convertiría en el doctor de su hermano: el doctor Sandoval.
Sandoval no solía tratar pacientes; su vida estaba dedicada por completo a la investigación académica.
Por eso, incluso cuando Paolo le ofreció una suma exorbitante de dinero, el doctor se negó a tratar a Angelo.
Pero Paolo no estaba dispuesto a rendirse. Esa era la única esperanza que tenía para que su hermano volviera a caminar, y no pensaba renunciar a ella.
Para convencer al doctor Sandoval, llegó a esperar durante días y noches ent