El momento finalmente había llegado: Reegan debía marcharse.
Empacó sus cosas y se despidió de todos. Quiso abrazar a Kylie una última vez, pero ella lo apartó de inmediato.
—Ni lo pienses, Reegan. ¡Solo con llamarte por tu nombre ya hago que mi esposo se ponga celoso! —le advirtió, empujándolo suavemente—. ¡Imagínate si se entera de que te abracé! No quiero problemas.
Para Kylie, incluso llamarlo por su nombre ya se sentía como una traición. Si realmente lo abrazaba, la discusión de esa noche no terminaría con solo un par de palabras.
—¿A dónde vas ahora?
—Ve a despedirte de los demás primero. Yo te acompaño hasta abajo —dijo ella.
Mientras Reegan se alejaba, Kylie sintió algo extraño revolverse en su pecho. Lo conocía desde hacía años. Habían sido compañeros de trabajo incluso antes de que ella conociera al asistente Brown. Pero esa era la decisión de Reegan.
Ser quien se queda atrás siempre deja un nudo en la garganta.
Aun así, Kylie no quería interferir en su elección. Tampoco des