Mañana Después
Las cortinas se deslizaron hacia un lado, dejando entrar la tenue luz del amanecer que se derramaba sobre el horizonte de la ciudad.
Cerca de la ventana de cristal, una pareja permanecía abrazada. Acababan de ducharse—el cabello húmedo de ella, secándose al aire, lo delataba. Ambos seguían envueltos en batas de baño.
Eran el asistente Brown y su esposa, Kylie: una pareja de recién casados aún perdida en el resplandor de su luna de miel.
El dulce aroma del amor flotaba entre ellos, evidente en cada caricia que se negaba a soltarse.
Bueno… excepto por lo de anoche, cuando tuvieron su primera discusión.
No fue una pelea llena de gritos ni insultos. No, Brown mantuvo la calma, eligiendo ignorar a Kylie por completo.
Todo había empezado porque, de alguna forma, Kylie se había “olvidado” de que estaba casada.
Ridículo, en realidad. ¿Cómo podía una mujer tan locamente enamorada de su marido olvidar algo así?
Pero su razón era simple: el Brown de casa y el Brown del trabajo era