La sala VVIP donde se hospedaba Livia había sido limpiada a fondo. Dos criadas acababan de salir después de ordenar cada rincón, colocando cuidadosamente ropa y suministros frescos. El espacio se había transformado en un dormitorio acogedor, con una gran cama lo suficientemente amplia para dos.
Una enfermera colocó con delicadeza a la pequeña princesa en la cuna, inclinando la cabeza cuando Damian movió la mano. Sin decir palabra, salió silenciosamente.
“Mira su cabello… parece idéntica a ti.” Los ojos de Damian brillaron mientras tocaba la cabecita de su hija dormida. Tras su baño y su leche, se había quedado dormida de nuevo, tranquila como solo un bebé puede estar.
“Livia, es tu pequeño reflejo,” murmuró, acariciando la suave y regordeta mejilla de la bebé. El rubor cálido en su rostro hizo que su corazón se llenara de ternura. La mirada de Damian no dejaba de moverse entre su esposa y su hija, y sus labios se curvaron en una sonrisa de felicidad.
“Nuestra Davina es tan hermosa,” s