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Kylie Johnson
Una chica alegre, capaz de llevarse bien con casi todo el mundo. Tenía un don especial para iluminar cualquier lugar al que llegara. Su coleta alta era su sello personal—una silenciosa declaración de libertad. Su cabello, naturalmente ondulado y rebelde, solía alisarlo con devoción por el bien de su imagen y su carrera.
Kylie era una mujer segura de sí misma.
Pero todo lo que había construido—su carrera, su reputación, sus logros—desapareció como el rocío de la mañana bajo el sol abrasador.
Todo comenzó cuando aceptó una propuesta de una joven heredera, hija del dueño de la empresa.
Si uno quería vivir en paz, ese hombre estaba prohibido. Incluso si fuera el último hombre sobre la Tierra, seguiría siendo más sensato mantenerse lejos. Eso creía Kylie.
—Te pagaré esta cantidad.
La cifra mencionada le apretó la garganta. Era suficiente para saldar las deudas de su familia con el banco y aún le quedaría algo para empezar de nuevo.
Al final, aceptó.
Fue ella quien puso en marcha aquel destino retorcido. Trazó plan tras plan, con las manos temblorosas que solo se calmaban cuando recordaba el motivo de todo aquello. Pero cuanto más conocía a él—el hombre al que todos llamaban una bestia sin corazón—más comprendía que también era humano. Un hombre con profundidades que pocos habían visto tras su fría fachada.
Y cuanto más se acercaba, más olvidaba por qué lo había hecho.
Hasta que un día—
—¿Así decidiste acercarte a mí? ¿Con mentiras y engaños?—
El rostro de Kylie palideció mientras su cuidadoso acto se desmoronaba ante él. Aquel día, su carrera y todo por lo que había trabajado llegaron a su fin.
Huyó de la realidad y se escondió en una habitación alquilada y lúgubre. Aceptaba cualquier trabajo para sobrevivir, mientras en secreto escribía novelas en línea—el único vestigio del talento del que alguna vez se había sentido orgullosa.
Hasta que un día decidió salir de su escondite. Fue a una librería en busca de consuelo—su refugio favorito. Era el lugar más seguro, porque jamás se encontraba con nadie que la conociera.
Pero nunca ocurrió.
Hasta que el destino decidió intervenir.
—Señor Brown.
El hombre que una vez había llenado su corazón—y aquel al que se suponía debía evitar a toda costa—estaba frente a ella. Su rostro frío y su mirada penetrante no habían cambiado en absoluto. El pánico la invadió. Su primer impulso fue huir.
Pero entonces, por alguna razón, el asistente Brown le tendió su teléfono y le pidió su número.
Ese encuentro inesperado llevó a Kylie a conocer a una joven amable—alguien que, sin saberlo, comenzaría a desenredar los hilos enredados de su pasado compartido.
El Asistente Brown.
Era el asistente personal del señor Alexander—un hombre tan frío como el hielo, aunque tenía la curiosa costumbre de beber un vaso de leche tibia antes de dormir.
Brown había estado al lado de su jefe desde la infancia, dedicando toda su vida a servirle. El señor Alexander era su razón de ser.
Pero aquel día en la librería cambió ligeramente el rumbo de su destino.
A medida que el destino entrelazado de ambos comenzaba a desenredarse—
Una sola palabra de la joven heredera lo destrozó todo.
—Brown, Livia me ama más que nunca—dijo Alexander una mañana.
Entonces, ¿cuál era la verdad, joven amo?
Brown sabía que su corazón había sido tocado por Kylie desde la primera vez que la vio, mucho antes de que todo se viniera abajo.
Sus dedos rozaron la pequeña caja en su bolsillo. El camino hacia su verdadera dueña, al parecer, aún estaba lejos de terminar.
Un voto y una promesa que seguían sin cumplirse.
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