—Ecain implementaba pocas de las reglas de la antigua Mafia Albanesa, una de ellas era un código de honor. El día de hoy yo te doy mi palabra, mi Besë, como juramento de confianza, protección y venganza. Lo haré. Los protegeré a ustedes y destruiré a ellos. Por el gran Hijo del Mal, lo juro.

—Bien, porque el infiltrado sigue allí y ha descubierto cosas. Mañana nos enviará un último informe donde se revelará que fue lo que realmente ocurrió y quien orquestó todo.

—Entonces solo tenemos este día de descanso —digo, besando su frente y alejándome de ella para respirar profundo —. ¿Dónde está ella? —pregunto y miro a mi tía limpiar sus mejillas y apretar con fuerza la mano que le extiende su esposo, en quien se refugia al abrazarla y esconderla contra su pecho.

—Aquí estoy... —volteo a mirarla. Su cabello rojizo se encuentra liso y perfectamente estirado detrás de su espalda. Se ha quitado sus lentes porque no los necesita, nunca los ha necesitado realmente. Sus ojos grises, los verdaderos