Desperté por toques incesantes en la puerta. Me estiré en la enorme cama y bajé descalza a abrir. Margaret me miraba con premura y movía las piernas con intranquilidad.
—Por favor, permítame pasar —me pidió—. Debo alistarla para el almuerzo.
—Adelante —dije.
Ella pasó como un torbellino a la habitación y comenzó a doblar mis sabanas mientras hablaba como un papagayo.
—Su majestad tendrá una visita importante hoy —me dijo sin dejar de trabajar—. Tiene que estar lista para recibirlos.
Asentí entrando a la ducha. Tomé un baño rápido y cepillé mis dientes. Al salir Margaret ya tenía la cama lista y un vestido de satín blanco encima de ella.
—Creo que es el mejor para la ocasión —añadió con una sonrisa tímida.
Asentí. Me ayudó a quitarme el pijama y a vestirme. Luego arregló mi cabello dejándolo completamente liso con una plancha y me maquilló con suavidad. Cuando vi mi imagen en el espejo, sonreí satisfecha. Era buena en su trabajo.
—Muchas gracias.
Salimos de la habitación y bajamos al s