Capítulo 4

Tres toques en la puerta hicieron que abriera mis ojos repentinamente. Por un instante me sentí perdida y fuera de lugar, pero luego todo lo pasado en mi vida en las últimas cuarenta y ocho horas me arrebató cualquier rastro de paz que había dejado mi noche de sueño. Estaba en Marvera, atada a un futuro que no podía controlar, rodeada de personas desconocidas y con un futuro esposo que definitivamente no es de mi agrado. Debía buscar al rey Douglas y saber la situación de mi familia, su promesa fue dejarlos en paz si yo cumplía con su contrato. Necesitaba saber que mis hermanos y mi padre se encontraban fuera de peligro de vuelta a sus vidas rutinarias aunque ya yo no estuviera ahí.

Me puse de pie y caminé descalza hasta la puerta, abrí con cuidado y ver la sonrisa de Margaret hizo que mi día mejorara un poco. Ella parecía buena chica y yo necesitaba una aliada ese lugar. Me aparté de la entrada y le hice una seña para que continuara, recordando que necesitaba mi aprobación para entrar en la habitación. Solté un suspiro de resignación y me acomodé un poco el pijama.

—Buenos días, señorita Valeria, espero que haya podido descansar —me dijo mientras recogía los almohadones que había lanzado al suelo mientras dormía.

Me acerqué con la intención de ayudarla, pero ella me detuvo. Claro, era su trabajo, se supone que yo solo debía observar. Tenía muchas cosas que aprender si quería sobrevivir en ese palacio.

—Debo alistarla, el príncipe la espera en una hora en la entrada.

¿Qué? Voy a volver a tener que respirar el mismo aire que esa bestia a la que ellos llaman príncipe. Sin duda este día iba a ser todo un calvario. Margaret terminó de recoger y entró al baño. Me quedé de pie con la mirada fija en el suelo mientras movía mis manos con nerviosismo. Estaba tan acostumbrada a la monotonía de mi día a día, que el no saber que me esperaba hoy, me hacía sentir un poco ansiosa.

—Bien —mi asistente salió del baño y dio dos palmadas—. La ducha está lista.

Un rato mas tarde, estaba lista para ir a encontrarme con mi futuro esposo. Leire, la diseñadora me había enviado un vestido hermoso de color marfil, que se pegaba completamente a mi cuerpo, con un escote muy bonito que Margaret adornó con un collar de perlas, y se abría hasta unos dedos por encima de mis rodillas, también me había puesto tacones y aunque odiaba tener que caminar con ellos, me veía muy hermosa.

Mientras bajaba los escalones con Margaret siguiéndome la espalda mi corazón retumbaba lleno de temor. No tenía idea de como debía actuar, ni a donde se supone que iba. Al llegar a la planta baja un carraspeo me hizo mirar hacia atrás.

—El rey —me dijo Margaret en un susurro y al llevar mi mirada al frente pude observar a Douglas caminar hacia nosotras.

Hice una reverencia como pude y luego llevé mi mirada hacia él que sonreía con satisfacción.

—He hecho una muy buena elección —me dijo sonriente—. Eres una mujer muy hermosa, Valeria.

Baje la cabeza apenada. Nunca usé este tipo de ropa mientras vivía con mi familia. Mi padre siempre me pidió vestir con ropa recatada para evitar faltas de respeto de los hombres que iban a casa a apostar y yo cumplí sus órdenes. Ahora vestida así, me sentía diferente, más poderosa.

—Muchas gracias, majestad —le respondí—. Me gustaría saber de mi familia.

Él volvió a sonreír y uno de los hombres que lo acompañaban me entregó un sobre.

—Puedes estar tranquila, tus hermanos y tu padre están de regreso a casa y tu hermano mayor tomará un vuelo mañana hacia aquí.

Solté todo el peso que había estado consumiéndome por no tener noticias de ellos y sonreí satisfecha. Había cumplido su palabra, así que ahora me correspondía a mi.

—Esa es una carta de ellos, debo continuar con mis labores, espero que te vaya bien con Alessandro y recuerda nuestra promesa.

Asentí mientras él se alejó y seguí el camino hacia la salida del castillo junto a Margaret. Afuera divisé la figura del príncipe de espaldas a nosotros. Mi cuerpo entero se tensó y tome una respiración para tomar fuerzas y enfrentarlo. Debía hacerlo, por mi familia. El cabello castaño de Alessandro se movía con el viento, llevaba traje de color negro y su cuerpo esbelto y musculoso hacía que se pegara a su cuerpo. Era un hombre elegante y guapo. Lástima que su personalidad fuera tan decepcionante.

—La señorita Valeria está aquí, su alteza —dijo uno de los guardias que vigilan la entrada.

Él se giró y sus ojos bajaron desde mi cabeza hasta mis pies. Me tensé cuando finalmente encontraron los míos y su mirada me cortó la respiración. Apretó la mandíbula y los puños, como si verme fuera la peor cosa del mundo.

Por lo menos nos sentimos igual respecto al otro.

—Buenos días —dijo con voz cortante.

—Buenos días —respondí—. ¿Hacia donde vamos?

—Lo sabrás cuando lleguemos.

Bajó los grandes escalones de la entrada rápidamente, entró en el inmenso auto negro y cerró la puerta de un tirón.

Era un maleducado.

—Vaya día me espera —le dije a Margart.

—Suerte —me susurro.

Necesitaba mucha suerte para poder lidiar con la bestia.

Con cuidado bajé los escalones y uno de los guardias abrió la puerta del coche. Cuando entre un ligero perfume suave inundó mis fosas nasales, acomodé mi vestido para que no se estrujase y observé a Alessandro sentado frente a mi. Estaba sudando y se removía en el asiento totalmente incómodo. Acomodaba su traje con nerviosismo y pude ver cierto temor en sus ojos.

—¿Te encuentras bien? —le pregunté.

—Eso no te importa.

—¡Por dios! —grite exasperada—. ¿Es que siempre eres así de mal educado?

—¿Y tu siempre te metes en asuntos que no te incumben? —me preguntó de vuelta.

Cada segundo que pasaba se notaba peor, su respiración iba demasiado rápido y podía ver la vena de su cuello totalmente alterada. El muy imbécil tenía algo y se negaba a decirlo. Me puse de pie y me senté a su lado. Me miró con sorpresa cuando lo tomé por el rostro y llevé su mirada hacia mi.

—Respira —le dije—. Es solo tu mente.

Intentó safar su rostro de mi agarre pero se lo impedí, podía ser una bestia sin educación y haberme tratado mal, pero no iba a dejar que alguien estuviese mal, si podía ayudar.

—No —me ordenó—. Regresa allí.

—Deja de ser imbécil. Acepta mi ayuda.

Asintió ya sin poder articular palabra. Llevé mi mano a su espalda y comencé a masajear suavemente.

—Respira junto a mi —le pedí—. Uno…dos…

Para mi sorpresa me hizo caso y comenzó a respirar lentamente con mi ayuda. Bajó la cabeza mientras yo seguía contando y ambos repirábamos. Con una de sus manos intentó buscar apoyo en mi muslo y al rozar la piel descubierta por el vestido, mi cuerpo reaccionó al instante y una corriente subió por mi espalda . Me alejé de golpe y regresé a mi asiento.

—Ya estás mejor.

Levantó su cabeza y pude ver que en efecto, el ataque de pánico había pasado.

—No quiero que nadie sepa de esto —me dijo con seriedad—. Si hablas, me voy a encargar de que te arrepientas.

Me tensé y el miedo se apoderó de mi. ¿a qué se refiera con encargarse de que me arrepintiera?

Tocó un botón en un pequeño control y el auto se puso en marcha. No llevé mi mirada hacia el durante todo el viaje. Tenía miedo y sus palabras se repetenían en mi cabeza. Era un hombre peligroso y su padre me lo había dejado claro, tenía que tener cuidado si quería terminar sana y salva de todo y poder regresar a casa.

Después de un tiempo que me pareció eterno el auto se detuvo. Me había pasado todo el viaje con la mirada fija en la ventana, Marvera era un lugar muy lindo, lleno de grandes edificios y muchas personas caminaban por la calle. Nos detuvimos en un edificio enorme y sentí que no podía respirar cuando mire a través del cristal y vi cientos de personas con cámaras apuntando hacia el coche. Alessandro se aclaró la gargante y me dirigió la palabra por primera vez desde el incidente de su ataque.

—Bueno, esta es la vida que has elegido —su mirada estaba llena de desprecio y me daban ganas de ahogarlo con uno de los almohadones de mi habitación—. Tenemos que hacerle creer que nos queremos, futura esposa, aunque por dentro seas la persona que más lejos quiero tener

.

—El sentimiento es mutuo—le digo.

No iba a dejar que un tipo como el me hiciera sentir menos, podría ser muy peligroso, pero absolutamente nadie iba a pisotearme, aunque para ello debiera morir.

—¿Vamos? —me preguntó brindándome su mano.

—Vamos.

Tomé su mano y la puerta del coche se abrió. Ambos bajamos con nuestras manos entrelazadas y los flashs de las cámaras hacían que entrecerrara mis ojos a cada segundo. Escuché muchas voces lanzando miles de preguntas y Alessandro me guió hasta una periodista de cabello rojo que nos sonrió con malicia cuando se acercó a nosotros. Parecía feliz de que el príncipe la seleccionara para la entrevista pero si mirada me daba a entender que había algo detrás de aquello.

—Alteza, me alegra verlo tan bien acompañado —le dijo acercando el micrófono a él.

—Así es —respondió pegándome a su cuerpo y traté con disimulo de alejarme pero no pude—. Esta mujer que vez aquí, es la futura princesa de Marvera, Valeria.

Sonrió como si fuera el hombre más feliz del mundo y me sorprendió lo bien que se le daba eso de actuar. Me mantuve en sielncio mirando hacia todos lados y haciendo el intento de parecer feliz.

—¡Wao! —exclamó la mujer—. Esa es una excelente noticia. ¿Estás enamorado?

—Por supuesto, me encanta esta mujer.

Llevó su mirada hacia mi y sonrió con malicia, antes de tomar mi rostro con sus manos y pegar sus labios a los míos. El muy cabrón me besó delante de todas las cámaras. Traté de alejarme, pero su lengua se adentró en mi boca y dejó una leve caricia que hizo que mi cuerpo se estremeciera, succionó mi labio inferior y se separó.

—Por lo menos besas bien, ya veremos que puedes hacer en la noche de bodas —me susurró.

Lo empujé y nuevamente mi mano impactó en su rostro. A este paso el príncipe iba a recibir muchas cachetadas. Las fotos cesaron junto con las preguntas y pude ver la cara de asombro de todos. Pero sobre todo el rostro lleno de rabia de Alessandro.

—¡¿ Qué crees que haces, madita loca?! —me gritó.

—Te lo dije, no pienso permitir que me trates como si fuera una puta —le grité de vuelta.

Le di la espalda y entré al edificio mientras sentía sus pasos detrás mio. Aceleré intentando que no me alcanzara, pero fue en vano, sen´ti su mano tomarme por el brazo y me giré.

—¡¿Ahora que quieres?! —le grité llena de repulsión.

Esto iba a ser un desastre. No quería tener que estar cerca de él, mucho menos casarme. Lo peor de todo era que no tenía otra opción.

—Eres demasiado altanera —me dijo—. Me gusta, Valeria. Ahora tú y yo tendremos una conversación a solas, creo que tengo la solución para tu mal comportamiento.

itsButterflys

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