Estoy en la línea de salida, el motor de mi moto vibrando debajo de mí, la adrenalina recorriéndome las venas. Esta vez no me voy a contener.
Aprieto el manillar con fuerza, sintiendo la textura del cuero bajo mis guantes. Marina se coloca en el centro con el típico pañuelo blanco entre las manos. Lo levanta en el aire, dándonos los últimos segundos antes de que todo inicie.
El ruso está a mi lado, su moto rugiendo impaciente. Puedo sentir su mirada de reojo, probablemente preguntándose si la fama de "La Reina" es solo un mito.
Le demostraré que no lo es.
El pañuelo baja.
Suelto el freno de golpe y acelero con toda mi fuerza. La velocidad es mi aliada. El aire golpea contra mi cuerpo, la vibración del motor se fusiona con la euforia de la carrera.
—Comerás polvo, ruso —murmuro con una sonrisa torcida mientras lo dejo atrás.
Siento cada curva, cada recta, cada leve inclinación del terreno. La pista es una extensión de mi cuerpo. Mis reflejos están afilados, mis movimientos precisos. La