Llegamos a una casa que jamás había visto antes; una mansión imponente que se alzaba majestuosamente ante mis ojos. Era como algo sacado de un sueño, con un diseño moderno pero elegante. Las puertas de cristal corredizas reflejaban la luz de la luna, y el blanco de los muros resplandecía bajo el cielo nocturno. De dos pisos, con detalles en mármol, acero inoxidable y madera, la casa emanaba lujo por cada rincón. Podía escuchar el crujido de mis tacones en la grava del camino de entrada mientras el ruso me guiaba hacia la entrada principal.
—Vamos —dijo, y sin darme tiempo para hacer preguntas, se adelantó hacia la puerta.
Lo seguí, sin poder evitar la sensación de intriga que me recorría. Cuando cruzamos el umbral, quedé sin palabras. La mansión por dentro era tan impresionante como por fuera. El espacio era vasto y aireado, con una decoración minimalista que exudaba sofisticación y lujo. El salón principal tenía un enorme ventanal que daba al jardín trasero, iluminado tenuemente por