Capitulo 6

-Te voy a cambiar por un skate - le sacó la lengua Juan a su coche mientras cerraba la puerta. - Va a ser ridículo ir así a trabajar.    

La parte buena es que consiguió llegar, la mala es que estaba sudando y con las piernas temblando. Arrastraba su mochila por el suelo, caminando de forma agotada ignorando todas las miradas curiosas sobre él. Ricardo tenía el despacho en la misma planta, fue el único que se acercó a verle cogiendo el monopatín sin creerse que de verdad había sido su medio de transporte.    

-Hoy, por favor, mira a Balto - le suplicó Juan sin aire. - No vuelvo a venir así en mi vida.    

-Si quieres ligar con la jefa... creo que no le van los sudados con la ropa torcida - toqueteó la camiseta de Juan sobre una mancha amarilla y roja que tenía. - ¿Qué...?   

-He dejado sin desayuno a alguien - musitó sin aire.    

-Tengo ropa en el coche, aún quedan diez minutos - añadió tratando de no reírse. - Me da vergüenza que me vean a tu lado, hermano.    

-No le cuentes esto a Miranda, no parará de decirme que me avisó.    

Se encontró de frente a Cristina nada más giró hacia el ascensor de nuevo, escuchando el <<ups>> de Ricardo al ver a su jefa escaneando el estado deplorable de Juan.    

-Bonito monopatín - comentó simplemente viéndolo en los brazos de Ricardo. - Buenos días.    

La otra mirada grisácea que no esperaba ver más en su vida estaba tras Cristina, que cuando su hija se encaminó a su despacho, Sharifa se quedó más tiempo de la cuenta mirando a Juan de arriba a abajo ampliando cada vez más su mueca de asco.    

-El primer día de mi hija y así apareces, Moreno - le regañó. - Desarrapado.    

-Buenos días a usted también, señora Castillo, pensé que no volvería a verla - respondió Juan con una sonrisa falsa. - Los sueños no se cumplen, por lo que veo.    

-Cómo se te suelta la lengua cuando ya no soy tu superior - comentó con desagrado la mujer. - Ándate con ojo, mi hija no dudará en deshacerse de ti como no seas útil.    

-No lo creo, le gustó su monopatín - respaldó Ricardo agarrando el brazo de Juan. - Y ha llegado a tiempo. Ya me ocuparé yo de las pintas de mi colega, no ha hecho nada mal.    

Sharifa pasó entremedias de ambos, obligándoles a deshacer su agarre y clavando los anchos tacones en el suelo para que resonasen a cada paso anunciando su llegada. No dudaría del talento e inteligencia de Sharifa, pero la empatía es una asignatura pendiente para la mujer. Cristina parecía muy similar a ella en cuanto a constancia y trabajo duro, sin embargo por ahora no había visto esa prepotencia y altanería de su madre, algo que a Juan y seguramente a todo el estudio de arquitectura, le agradaba.    

-Es la primera vez que le respondes así - comentó Ricardo encendiendo su coche con la llave.    

-Es la primera vez que no puede despedirme - contrarrestó Juan quitándose la camiseta manchada de desayuno de una persona anónima de las calles de Venecia.    

-¿No tienes miedo de que le hable mal a Cristina de ti y te despida?    

-Sí, pero no podía dejar pasar la oportunidad de que viese que no la soporto en realidad, fueron casi dos años yendo al baño a soltarle al espejo todo lo que no podía decirle a la cara.    

Ese espejo había escuchado cada momento en que Juan quería abrir el ventanal del despacho de Sharifa y lanzarse de cabeza o quizás, lanzar a la ojigris mayor.    

Se pensó si dejar el monopatín en el coche de Ricardo como le sugirió o hacer uso del despacho de Cristina, pero viendo que Sharifa estaba merodeando por los alrededores y ya había llegado en un estado deplorable con Cristina de testigo, decidió cedérselo al maletero del furgón de su mejor amigo junto a todas las herramientas que tenía por ahí sueltas.    

No había rastro de Sharifa en la sala de reuniones, en cambio ya estaba Cristina a la cabeza de la mesa tecleando en su portátil hasta que entró Juan y le sonrió. La primera vez que le sonreía de forma sincera, al segundo día de verse. Sharifa jamás lo hizo.    

-Veo que no me has dejado el privilegio de contemplar tu monopatín durante toda la mañana - bromeó señalándole con la cabeza a Juan la silla a su derecha.    

-Fue suficiente desagrado el que me vea con esas pintas, lo siento por eso - se disculpó. - Y siempre me quedo de pie, órdenes de Sharifa.    

-¿Acaso está mi madre en el poder ahora? - inquirió cerrando el portátil y mirándole directamente. - Siéntate, Juan.    

-A sus órdenes - se atrevió a bromear ante el tono excesivamente duro de Cristina que parecía tener ganas de hacerle una llave para sentarle ella misma. - ¿Está... nerviosa? Es su primera reunión.    

-En absoluto, - no parecía mentir, y si lo hacía, es la mejor actriz que había conocido en su vida. Tenía una pose relajada, pasando la vista por la mesa hasta detenerse de nuevo en Juan. - Te queda pequeña, la camisa.    

-Es de Ricardo, me salvó de no estar con una mancha todo el día.    

-Ricardo López, ágil con los números y dueño de tres constructoras - recitó de memoria, - hábil y bastante inquieto. Sus aficiones son la mecánica y ligar.    

-¿Puso eso en el currículum? - preguntó Juan tratando de no reír y su jefa asintió. - ¿Puedo reírme luego de él con eso o es confidencial?    

-Por ser tú, te dejo.     

Tuvo el acto reflejo de hacer el amago levantarse de la silla cuando el Sr. Richards, el inversionista con el que tenían la reunión, entró en la sala, sin embargo se mantuvo sentando al ver la mirada de advertencia de Cristina. Esta vez aunque no hablase en el transcurso apenas para recordarle algo puntual que preguntaba su nueva jefa, sentía que valía o que al menos no era una simple columna como con Sharifa.    

-Su madre hizo un croquis aproximado de lo que queríamos en la primera reunión - informó el hombre. - Dijo que le daría prioridad a nuestro proyecto, ya que no es a gran escala.    

-No me consta que haya firmado con vosotros y esto solo es una aproximación - enseñó el dibujo. Para Juan no eran más que rayas sin sentido, no podía distinguir ahí algún edificio.    

-Dijo que sería necesario un arquitecto paisajista, para el exterior del complejo - insistió el hombre.    

Juan perdió de nuevo el hilo de la conversación, escuchaba de fondo al hombre hablar pero su concentración estaba en Cristina que asentía a cada palabra del Sr. Richards de forma interesada, solo apartando la mirada para tomar apuntes. Se concentró en su ordenador, no sabía qué marca era o si realmente era un forro que portaba, pero la cubierta gris estaba adornada con un dragón iluminado en blanco brillante.    

Se levantó de golpe al ver que lo hacían todos los de la sala, tratando de que no se notase que apenas había atendido los primeros diez minutos, el resto fue historia. Escaneó sin poder evitarlo a Cristina, que ahora mantenía una postura tensa y formal aunque solo se estuviese despidiendo del Sr. Richards, nada comparado a la pose relajada y despreocupada que tenía cuando estuvieron solos hablando.    

-Es muy interesante su propuesta - halagó Cristina estrechando su mano, - ya le llamaré para concretar los detalles.    

Richards no podía contener su ilusión, no dejaba de sonreír moviendo con rapidez la mano de Cristina asegurando que espera con ansias su llamada. Sí, tan serio que vino tratando de parecer imponente y ahora se asemejaba a un perrito faldero por Cristina.    

-¿Tienes su número, verdad? - le preguntó Cristina cuando estuvieron solos.    

-Si, lo apunté cuando llamó para confirmar la hora de la reunión.    

-Perfecto, bórralo.    

-¿Borrarlo? - preguntó Juan sentándose de nuevo copiando a Cristina que volvía a abrir su portátil. - Pero usted le ha dicho...    

-Sé lo que he dicho - interrumpió Cristina girando el portátil enseñándole a Juan una tabla enorme con montones de números y casillas en verde y rojo. - Anoche busqué información sobre su empresa, los últimos meses ha tenido pérdidas y presenta un déficit que va en aumento. Por el dinero que nos ofrece supongo que será la venta de estos activos ¿ves? - le señaló unas casillas que no estaban pintadas. - Se la está jugando, está cerca de la quiebra y solo quiere usar nuestra fama para levantar sus ventas. Para Tacarigua, es un lastre.    

-Pero si le ayudamos y nos paga por un edificio... ¿no es ganar y ganar? - preguntó Juan un poco perdido y mareado por tantos colores.    

-El dinero compra tiempo, tiene que ofrecer una cantidad altísima como para que yo me replantee apartar otros proyectos importantes por el suyo, algo que no hace. Nos ofrece un presupuesto acorde para la obra pero no avala nuestro coste de oportunidad - habló cerrando su portátil. - Somos un estudio de arquitectura, una empresa, no una ONG.    

-O sea que no, que borro el número - el resumen de Juan la hizo sonreír y asintió cortamente, - tú mandas, jefa.    

-Yo mando - concordó con una mirada divertida. - ¿Café?    

Juan se encontró jurando a sí mismo venir cuantas veces fuesen necesarias a trabajar en monopatín, lo que sea para no llegar tarde y no perder ninguna hora. Quizás se hacía demasiada ilusiones y solo le agradaba estar con Cristina los primeros días antes de que se convirtiese en la hermana perdida del yeti como su madre, pero viendo que Sharifa fue una mujer dura de pelar desde el primer día... esperaba que su hija fuese diferente.    

La reunión gracias a la mentira de Cristina al Sr. Richards había terminado tan rápido que tenían unos quince minutos de descanso; para alguien normal pueda parecer poco, pero para los que trabajan aquí, es un regalo cedido de los dioses. Con Sharifa pocas veces terminaban antes, incluso se alargaban y Juan tenía que pasar una agobiada tarde reorganizando lo que quedaba pendiente, anulando reuniones y volviendo a concertar citas, nada sencillo. En cambio ahora, estaba sentado en la sala común con su jefa enfrente sin apenas hablar pero disfrutando del silencio.    

-Me está malacostumbrando - murmuró Juan. - Primer día y ya descanso.    

-Ya te haré trabajar el resto de días el doble - respondió con falsa malicia. - Las personas son más productivas si se toma descansos, aunque sería hipócrita de mi parte decirte esto cuando paso muchas horas envuelta en planos. Ya me irás conociendo.    

-Me gustará, o sea... porque eres mi jefa y... eso.    

-Te había entendido, Juan - le tranquilizó mermando la pequeña vergüenza momentánea que pasó. - ¿Cómo era mi madre contigo? ¿Cómo llegaste aquí? Tiene buenas referencias de ti, en cuanto a trabajo, pero sinceramente no te soporta.    

-Miranda me trajo a traición a la entrevista, pensé que era para cualquier otra cosa excepto para ayudar a la gran arquitecta Sharifa Castillo - enunció con falsa alucinación haciendo sonreír a la rubia por su falta de entusiasmo. - No le caí bien, hasta Miranda que estaba presente lo notó, pero pidió un café y bueno, se lo trajeron con un sobre de azúcar y dije que si podían traer tres porque así le gusta a Miranda, dependiendo si es café solo o no, sino serían dos. También la temperatura, que Miranda odia esperar si está demasiado caliente pero tampoco le gusta frío - se frenó cuando vio que se estaba liando con la historia. - El caso es, a Sharifa le gustó que recordase eso y que tuviese cuidado en los detalles, supongo. El primer mes me convertí en su proveedor oficial de café.    

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