Capitulo 5

Realmente no se parecían en nada, ni siquiera el aspecto ni sus gustos, pero no recordaba una vida antes de tener a Sharon, tras muchos años se habían complementado hasta el punto de alcanzar sus propias metas personales con la otra siempre a su lado, sujetando un gran cartel en apoyo y coreando su nombre. Reconocía el increíble trabajo que había hecho para conseguir una fama que la precede, pero Cristina sabe que todo habría sido diferente sin Sharon animándola a seguir y ser cada vez más ambiciosa.    

-Coderex ¿no crees que suena genial? ¿A dónde voy? Al Coderex ¿de dónde vengo? Del Coderex - continuó hablando Sharon moviendo sus brazos como si tuviese un cartel con el nombre de ese garito que le contaba enfrente. - Tiene gancho ¿verdad?    

-No creo que haya sido inventado, tiene una particular relación con Eleutherios, el liberador - recordó uno de sus temas favoritos en los libros de historia, griega. - Un lugar que si hace referencia a su nombre... no deberíamos acercarnos.    

-No, nada de eso. Es tranquilo, un bar de copas y nada raro - explicó de manera rápida. - Creo que hay hasta apuestas, pero nada importante, un sitio normal y corriente.    

-Tú yendo a un sitio normal y corriente - repitió Cristina escuchando a Sharon bufar. - La última vez que dijiste eso terminamos colándonos en un concierto.    

-Si pero ¿y las dos camisetas que conseguimos gratis qué? - inquirió con gracia. Sí, fue un buen día a pesar del miedo de que pudiesen pillar a las hijas de personas tan influyentes en Italia cometiendo tales actos. - Dame una última oportunidad, venga Cristina.    

-Ya vamos por la onceava última oportunidad.    

-Soy tu mejor amiga, como poco te voy a pedir cuarenta más.    

-Tu ganas, Sharon- suspiró rendida sabiendo que no podía contra la terquedad de su amiga. - Si veo algo raro, nos largamos. Ahora soy la CEO de Tacarigua.    

-Vale señorita CEO, no haré nada para tachar su poder y status social - se burló levantándose. - ¿Vienes? Quiero ver un poco el edificio.    

-El edificio te importa poco y nada.    

-Necesito escanear a quienes están aquí - confesó por fin. - Lo único que he visto ha sido un idiota con la tensión baja y uno con complejo de duende.    

Frenó frente a la mesa de Juan, había vuelto a mover el cactus a donde ahora el sol iluminaba, haciendo caso a su consejo. Trató de no estresarse al verle escribir en la esquina de una libreta que tenia encima de un montón de papeles, este chico sí que era la cúspide de la desorganización, pero si es tan eficiente como dice su madre, podrá permanecer en su puesto.    

-Él es Juan, mi asistente - le dijo a Sharon y el chico pegó un brinco al escucharla. Ni siquiera las había visto salir, muy despistado, tendría que arreglar eso.    

-El idiota de la tensión baja - completó su amiga.    

Cristina frunció el ceño alternando la mirada entre ambos, Juan parecía estar apunto de desmayarse y no conseguía sostenerle la mirada a Sharon, la apartaba alternándola entre sus papeles y el cactus.    

-Vete adelantando - le indicó a Sharon que solo asintió comenzando a caminar con tanta seguridad como si el edificio fuese suyo y se lo conociese al dedillo. - Releva todas las reuniones de mi madre a mí, no canceles ninguna.    

-Ya lo he hecho - le sorprendió.    

-Llámales expresamente, sin intermediarios, para informar que ahora soy yo quien estará presente - volvió a indicarle. - Que sepan que ahora soy yo quien está al mando.    

-Lo haré - aseguró quedándose más tiempo del que precisaba mirándola. - Esto... ¿no debería estar ahí? Con su madre, en la rueda de prensa - señaló con la cabeza la sala de reuniones donde Sharifa seguía hablando.    

-Las únicas preguntas serán para hablar de mi madre y tratar de quitar valor a dónde he llegado, piensan que solo estoy al mando por ser su hija - respondió firmemente mirando directamente a los periodistas, - cierto es, pero no valoran el trabajo que hay detrás. El día que de una entrevista completa será por un nuevo triunfo de Tacarigua bajo mi mandato, el primero de muchos.    

Juan es muy expresivo, Cristina notó una mirada sorprendida ante su respuesta y también con un pequeño grado de admiración. Le gustó, tenía como reto personal impresionar a su nuevo asistente, si lo conseguía podría demostrar que estaba a la altura, este chico había sido consciente de cada paso de su madre y cualquier reacción positiva de su parte es una medalla más para colgar al orgullo de Cristina.    

-Mi número - cogió sin permiso el bolígrafo que sujetaba Juan rompiendo el contacto visual entre ellos y apuntándolo en una esquina de su mal organizada libreta. - Puedes consultarme cualquier duda que tengas a cualquier hora.    

-¿Hasta de madrugada? ¿Acaso no duerme? - le gustó el pequeño atisbo de calma del chico al lanzar su pequeña broma.    

-El éxito nunca duerme, Juan - respondió con gracia.   

Alcanzó a su madre a mitad del pasillo, comenzando a caminar a su lado mientras buscaba con la mirada a Sharon que ya se había perdido en cualquier lugar de los cuatro pisos que conformaban el lujoso edificio. Una chica morena atrajo su atención, sin perder la sonrisa indicaba la salida a los periodistas pero sin dejarles hacer ni una sola foto más ni hablar con algún empleado, parecía tenerlo todo muy bajo control.    

-Miranda Sosa - habló su madre al verla con la atención en ella. - Que no te engañe por tener dos años menos que tú, es completamente competente y confiable.    

-Tú solo te rodeas de los mejores - respondió en tono tétrico. - Todos son jóvenes aquí, al menos los cargos más directos hacia ti, madre.    

-Un buen líder siempre mira al futuro, a la innovación y el desarrollo, necesitamos mentes frescas - le dio una intensa mirada a su hija, - ahora tú vas a demostrarles a esa panda de buitres de prensa que no estás aquí por ser mi hija. Demuestra que eres una Castillo.    

-Lo haré.    

-Cuento con ello. Confío en ti, Cristina.

La frase <<vive el presente y no pienses en el futuro>> solo le había traído problemas a Juan. Ciertamente lo hizo, durante toda la tarde y noche de ayer estuvo junto a Miranda y Ricardo en su casa buscando información sobre su nueva jefa, descubriendo que para nada es solo una cara bonita. Cristina Castillo tenía muchas noticias que la precedían, varios premios dé certámenes juveniles de arquitectura a lo largo de su infancia y cómo no, unas notas perfectas llenas de matrículas de honor. Académicamente, Cristina Castillo es indudablemente el orgullo de cualquier padre o madre y profesor.    

Su desvelo por buscar información derivó en que ninguno de los tres escucharon la primera alarma del día, la de Miranda, pero cuando sonó la de Ricardo que simulaba tener una obra en cualquier rincón de la casa, empezó el caos. Como si se tratase de una redada policial llegando a una carrera ilegal al más estilo Fast and furious, cada uno salió sin dirigirse la palabra en sus coches no queriendo quedar mal el primer día con la nueva jefa.    

-¡No me fastidies Balto! - exclamó Juan golpeando el volante cuando el coche no arrancó y como siempre, fue el último en salir, ya no podrían llevarle. - Te prometo que cumpliré mi promesa de ayer ¿vale? Ricardo te revisará.    

Maldecía el momento en que puso en G****e el nombre de su jefa, lo que iba a ser un rato se convirtió en una búsqueda tan completa que ni recordó decirle a Ricardo que revisara su coche. Tenía ganas de abrir la ventanilla, sacar la cabeza y cerrarla para cortarse él mismo el cuello, cualquiera que supiese que su compañero de piso además de jefe de cuadrilla de obra era mecánico, aprovecharía cada segundo para tener su auto a la ultima, pero Juan no, lo deja todo a lo último.

-No hagas que el primer mensaje que le envíe sea para decirle que llego tarde, por favor - le suplicó a su coche. - Te cambio el color ¿vale? ¿Qué otro tono de azul te gusta?    

Balto ni respondió ni arrancó.

El móvil temblaba en sus manos, tuvo que repetir el sencillo patrón tres veces por los nervios. Solo entrar en WhastApp y ver que un aviso de que llegaría tarde es lo primero que le diría a Cristina... quería que apareciese ahora un tsunami como en las películas de catástrofes naturales y destrozase Venecia. Eso sí sería un buen motivo.    

Buenos días, señorita Castillo. Se me ha roto el coche, llegaré un poco más tarde, en cuanto llegue el autobús siguiente. Disculpe las molestias, Juan Moreno.

Estuvo cinco minutos releyendo el mensaje, sintiéndose cada vez más desgraciado. Ni siquiera tenía suerte para coger el autobús y llegar a tiempo a su hora, sería el próximo. Nada le salía bien hoy.    

Casi se le cae el móvil de la mano cuando la pantalla se iluminó con la respuesta de Cristina, dudando si abrirlo o no de los nervios, esperando una respuesta tan brusca como las de Sharifa que le hagan replantearse si no es mejor irse a buscar trabajo a un museo de guardia jurado. Ahí las estatuas no se van a mover ni quejar porque llegue tarde.    

Buenos días.

He leído en su currículum que una de sus aficiones es montar en monopatín, estoy segura de que podrá explotar su talento para llegar puntual. Me ofrezco desinteresadamente para guardar su vehículo en una esquina de mi despacho.

Atentamente, Hipatia de Alejandría, Tacarigua CEO.

Podía jurar que leyó el mensaje unas diez veces, quedándose cada una de ellas más sorprendido que la anterior. Había desechado su súplica de permitirle llegar tarde con una gracia y elegancia que no pudo evitar que sonriera como un estúpido, como si de verdad no fuese un problema.    

Capítulos gratis disponibles en la App >

Capítulos relacionados

Último capítulo