-Me tomas el pelo - carcajeó Cristina.
-Te prometo que no, es exigente hasta para eso. Tuve que apuntarme todas las combinaciones que le gustaban, una diferente para cada día de la semana y hora - insistió con una mueca exagerada de sufrimiento. - En ese tiempo vi a muchos asistentes pasar, unos se iban porque no la aguantaban más de una semana y otros los despedía, hasta que un día vi que iba a irse antes de tiempo y le recordé que tenía una reunión.
-Y te contrató - finalizó Cristina. - Es una historia peculiar.
-Sí... supongo. Hay veces que hecho de menos ser solo el que trae café - confesó. - Bueno, hasta hace dos días.
-Algún día te pediré un café y cronometraré tus habilidades de camarero - bromeó la ojigris de