Capítulo 31

Por un momento Damián dudó ante las reacciones de Alba. Quizás, fuera la falta de experiencia al estar en presencia de mujeres como ella. Lo cierto era que no supo cómo reaccionar al instante.

Por instinto y miedo de estropear las cosas, quiso echarse hacía atrás y darle algo de espacio. Pero al verla a los ojos, le faltó el coraje para hacerlo. Por un momento, si mente soñadora tuvo la idea de que, tal vez, aquel encuentro ya había sido escrito en los libros de la vida y que, lo más sensato, sería dejarse llevar.

A fin de cuentas, si ella lo deseaba lo suficiente como para dejar el decoro instruido por las monjas ¿Quién diablos se creía él para resistirse? Si ya tenía bien sabido que también la deseaba.

Estrechó su cintura con un solo brazo, ese cuerpo tan frágil entre sus manos era un placer imposible de negarse. Posando la otra mano en su mejilla, la detuvo, para acariciarle los labios con la yema de sus dedos y, de esa forma, saborear mejor el
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