Al verlo allí, de pie ante la entrada, Alba no pudo evitar sentir como la culpabilidad la volvía a invadir. Pero, si él era consciente de todos sus temores, no daba muestras de notarlo.
Al contrario, al pasar por su lado tuvo el descaro suficiente de echarle una mirada que bien podía significar un “después hablamos “. Quizás, no estaba enojado con ella, pero ella estaba segura que sí y esa actitud no hizo otra cosa que machacar todos sus propios reproches.
«Oh, solo espero que Martha no se dé cuenta de nada… o que sea lo suficientemente sensata como para no decir nada…»
Pensó mientras se sobresaltaba al sentir como él le había rosado el brazo como por casualidad, al pasar. Estaba segura que, ese día, más que los anteriores, le costaba hacer como si nada pasaba. Por el rabillo del ojo miró suplicante a Martha, como rogándole porque no dijera nada de lo que ella pudiera notar.
—Ah, tienes razón, corazón… espero que este trabajo te sea más leve que esas cartas…— intervino Martha mir