96: Protegiendo inocentes.
Kenneth Sinclair.
El día siguiente en que recibí los golpes de unos de los matones de Quentin, supe que no podría salir de él por las buenas. Supe que, estando muerto, sería la única oportunidad para librarme de Dakota. Ya que ni ella ni su padre iban a aceptar un no como respuesta. Así que, antes de decirle un no, una idea devastadora y peligrosa pasó por mi mente.
¿Y si planeaba mi “muerte”?
Podía disponer de dinero para contratar a alguien que me ayudara con ello. No obstante, luego pensé en que no podía confiar en todo el mundo. Tal vez, era bueno tomar en cuenta que si elegía a la persona equivocada esta podría poner su fidelidad a alguien más poderoso como Quentin, ¿y si me delataban y luego realmente moría en manos de mi cruel suegro?
No. Yo no podía morir de verdad. Iba a ser lo que sea para evitarlo. No podía causarle ese dolor a mi chica, a mi familia.
Tras un día entero en la oficina, cargando con todo ello en mi cabeza, recibí una llamada de María, mi terapeuta. Estuvimos h