Alexander estaba confundido y temeroso, no terminaba de comprender todas esas emociones y sensaciones que sentía por Sofía, y por ello se tomó más tiempo del acostumbrado en la ducha, y no precisamente porque quisiera quitarse el aroma de su piel, algo que incluso lo hizo sonreír, Sofía poseía una fragancia a rosas muy peculiar, no era ningún perfume que él alguna vez haya olido, y su mente comenzó a divagar, ¿en verdad era tan patético como para confundir la gratitud con amor? ¿o estaba descubriendo que sentía algo profundo por Sofia?
—¿Qué es el amor?
Se pregunto al verse al espejo, porque en un tiempo creyó saberlo, la forma en la que Lucrecia le hacía erizar la piel cada vez que le coqueteaba, cómo su cuerpo reaccionaba a las caricias de aquella mujer, nada inocente y muy audaz, ¿Realmente fue amor lo que sintió por Lucrecia, o simplemente era pasión?
¿Qué es el amor? Se preguntó una vez más, mientras ingresaba en el vestidor.
Observo como en el lado contrario de dónde se encontra