La vida de una madre soltera es dura. Un motivo de burla para unos y de vergüenza para otros. Un estigma marcado por la misma sociedad, que encierra en un término doloroso a aquellas mujeres que, por una circunstancia u otra, se encuentran completamente solas criando al hijo o a la hija que tuvieron con alguien más que por cosas de la vida se encuentra ausente. Isabella Bianco es una joven madre soltera que lucha por sacar adelante a su pequeño Ferdinand, sin embargo, el destino les tiene a ambos una sorpresa preparada, cuando Isabella comience en aquel trabajo, que para ella representa una nueva oportunidad de vida. Joseph Harrington, un multimillonario hotelero, se ha encariñado con el pequeño hijo de una de sus empleadas, encontrando el consuelo de su perdida en la sonrisa de aquel dulce infante de nombre Ferdinand, y, sin quererlo, sus ojos azules terminaran mirando a aquella dulce madre soltera que hace lo imposible para sacar adelante a su pequeño hijo. La historia de Isabella, Joseph y Ferdinand, será tan dulce como aquellos sueños de tener una familia que permanezca unida para siempre, aun cuando habrá quien intente lastimarlos en el camino. ¿Joseph será el padre perfecto para Ferdinand? ¿El amor será capaz de superarlo todo? Por doble amor: Mi papá perfecto por J. I. López.
Leer másLa vida de una madre soltera es dura. Un motivo de burla para unos y de vergüenza para otros. Un estigma marcado por la misma sociedad, que encierra en un termino doloroso a aquellas mujeres que, por una circunstancia u otra, se encuentran completamente solas criando al hijo o a la hija que tuvieron con alguien más que por cosas de la vida se encuentra ausente.
Todos los días, queramos verlo o ignorarlo, miles de mujeres en todo el mundo se enfrentan a esta realidad en la que constantemente son señaladas con el dedo y criticadas a las espaldas, mientras ellas trabajan arduamente para sacar a las pequeñas vidas que dependen de ellas hacia adelante, hacia un futuro mas hermoso en donde vuelve a brillar la luz del sol.
Muchos han sido criados por madres solteras, muchos otros, huyen de ellas como si fuesen apestadas, buscándolas muchas veces por razones meramente egoístas. Sin embargo, solo unos pocos se atreven a amarlas, a amar a esa valiente mujer que a pesar de que el mundo no es amable con ella, no deja de pelear y no se rinde jamás.
Pocos hombres son los que se atreven no solo a amar a esa mujer fuerte, si no, tambien a su hijo, amarlo como si fuese su propia sangre y estar dispuesto a dar la vida por aquel pequeño o pequeña que es tan solo un inocente en este mundo de dolor e injusticia. Sin embargo, existen, y aun cuando pueden ser contados con los dedos de una sola mano y son como aquella aguja del pajar, existen…si existen.
Isabella Bianco era una mujer como muchas, madre soltera como otras tanto. Caminaba junto al pequeño Ferdinand, quien no tenía más allá de los 3 años de edad, y se aferraba fuertemente a la mano de su madre que lo sostenía sin soltarlo. El trabajo estaba haciendo falta, por lo tanto, ahora mismo, y sin tener con quien dejar a su pequeño, recorría la ciudad entera en busca de un empleo que le permitiera seguir sosteniéndose a ella y, sobre todo, a su pequeño retoño que la miraba con adoración sin que ella se diese cuenta.
Eran ya muy pocos los dólares que quedaban en su cartera, y la situación la mantenía constantemente estresada; si no encontraba un empleo rápido, tanto ella como su pequeño estarían en graves problemas. Mirando aquel cartel al otro lado de la concurrida avenida principal de Palermo, miro al cielo suplicando el esta vez tener suerte; ese seria su tercer intento, había intentando en otros dos lugares, pero, en el momento en que vieron a su hijo, poco les falto para echarla a patadas…nadie quería contratar a una madre soltera que no tuviese un lugar en el cual dejar encargado a su vástago, y es que aquella era una realidad, en los trabajos esperaban que la madre fuese trabajadora eficiente haciendo como si no tuviese ningún hijo, siempre les resultaba en un problema que dicho hijo pudiese enfermarse y tuviesen que ceder permisos, por ello, para una mujer como Isabella, el encontrar un empleo no era una labor sencilla, mas bien, era como una especie de lucha interminable en que la suerte resultaba ser, irónicamente, un factor determinante.
Mirando al pequeño que aún seguía aferrado a su mano mientras degustaba una paleta de dulce, le sonrió con dulzura, aquellos hermosos ojos de avellana, y los cabellos castaños claros que brillaban bajo la luz del sol, era todo cuanto necesitaba para tomar fuerza y valor y dar un paso hacia adelante.
—Bien, vamos allá, quizás, esta vez tengamos mas suerte Ferny — dijo Isabella a su pequeño hijo, quien estaba completamente ajeno a la penosa situación en la que se encontraban.
Tomando a su pequeño en los brazos, lo levanto para cruzar la avenida. Aquel era un hotel de cinco estrellas, muy popular entre los turistas mas opulentes. Stella Inc. Ese era el nombre, y sabía que quizás era una batalla perdida el intentar pedir trabajo en tan prestigioso lugar, sin embargo, tenia que intentarlo, aunque no podía evitar sentirse demasiado nerviosa; ya la habían rechazado en dos empleos anteriores, y de menor categoría que el lugar al que estaba a punto de entrar. Tomando todo el aire que sus pulmones pudiesen soportar, respiro fuerte y luego abrió aquella entrada de cristal templado para caminar con su hijo aun entre sus brazos, hacia la recepción para preguntar por el empleo. Bajando a Ferdinand de sus brazos, le indico que se quedara junto a ella mientras pedía informes sobre el empleo disponible.
—Buenos días, vengo por el empleo que está afuera…
Ferdinand, quien miro con bastante ilusión el elegante lugar lleno de luz y con demasiado espacio para correr, se alejo unos pasos de su madre para caminar y admirar con la típica inocencia de su infancia, por aquella enorme recepción en donde había algunas personas.
—La vacante es para limpieza, se encargaría de dejar impecables las habitaciones que se vayan desalojando, se necesita ser rápida y tener…
La mujer de la recepción explicaba sobre la vacante, cuando un hombre apuesto y de aspecto muy elegante, entraba por la enorme puerta custodiado por un par de guardaespaldas. Ferdinand, quien había comenzado a correr en la recepción, sin fijarse choco con las piernas de aquel alto hombre y luego cayo al suelo. El misterioso hombre, agachándose para ayudar al pequeño a levantarse, se sintió algo sorprendido al notar que este no estaba llorando a pesar de haberse lastimado.
—Hola pequeño, ¿Te encuentras bien? ¿En donde esta tu madre? — cuestiono el hombre notando aquellos enormes ojos avellanos tan brillantes que tenia el pequeño…muy parecidos a los de su fallecido hijo.
—Mami dice que no debo hablar con nadie que no conozca — respondió Ferdinand con dulce voz infantil, y luego corrió de nuevo hacia en donde se hallaba su madre.
El hombre de cabellos castaños, piel blanca, y unos profundos ojos grises que parecían cargar mil tormentas, miro como aquel tierno pequeño corrió hacia una mujer de aspecto sencillo hasta donde alcanzaba a apreciar, que estaba de espaldas hablando con la recepcionista. Sintiendo un nudo en la garganta el recordar algunas memorias que le eran tanto felices como dolorosas, camino hacia el interior del hotel, dando una ultima mirada a ese dulce pequeño que le decía adiós y le sonreía inocentemente.
—Muchísimas gracias, puedo comenzar cuando usted me lo diga, de verdad bendita sea por darme la oportunidad…
Isabella agradecía profundamente a la joven que la había atendido. Acababa de conseguir un empleo que, aunque podría resultar agotador, estaba muy bien pagado, además, no tenían problema alguno con que llevase a su hijo con ella ya que aquel hotel contaba con una estancia infantil para los hijos de los empleados que lo necesitaran, según las palabras de aquella mujer, aquella era una empresa que apoyaba a las madres y padres solteros. Sintiéndose demasiado afortunada, Isabella agradeció profundamente por aquella oportunidad, sin saber que su pequeño Ferdinand, acababa de tener un encuentro con el destino, uno que cambiaria sus vidas para siempre.
La madrugada aun no terminaba, Isabella lo había llamado demasiado molesta por no haber llegado a casa a cenar, Ferdinand aún no se dormía según palabras de ella por estarle esperando temeroso de que no fuese a volver, Joseph, se había limpiado la sangre, había arrojado a Charles Smith al hospital donde, sin hacerle ninguna pregunta a él, lo habían recibido para atenderlo de la brutal paliza, un pote de helado descansaba en el asiento del copiloto, un pequeño obsequio para Ferdinand, finalmente llegando a su alto departamento, Isabella lo miraba molesta, algo le había ocurrido, estaba seguro de ello, Ferdinand, se arrojaba a sus brazos para abrazarse a él.— Te extrañe papá, creía que no vendrías más — dijo el pequeño con bella voz inocente.Joseph sintió como aquellas palabras inocentes y dulces lo golpeaban directamente en el pecho, Ferdinand acababa de llamarlo padre, y aquello, había llenado de calidez su corazón…se había rendido al niño sin remedio alguno…y se sentía completament
Joseph había regresado a su hogar con mil pensamientos en su mente.— Se convirtió en asesino, eso fue lo que hizo — respondió Joseph terminantemente sin dar margen a más cuestionamientos que, por supuesto, su querida nana tenía.La nana negó en silencio, aquella respuesta había sido más que suficiente, conocía bien el triste pasado de aquel al que consideraba el hermano menor de Joseph, aquella dolorosa perdida que lo había marcado en manos de quien debía protegerlos, era lo que había marcado su destino y lo había convertido en el poderoso y temido líder de asesinos a sueldo que era.— En una pena, es un buen muchacho — dijo Joseph con sinceridad.— No — respondió Azrael con enojo.— ¿No? — cuestiono Joseph.— Hombres como mi hermano y mi abuelo no merecen el cielo, lo único que les aguarda es el infierno, allá, algún día nos veremos los tres juntos y los seguiré atormentando hasta el resto de lo que sea que dure la maldita eternidad — dijo Joseph haciendo una promesa.En Hawái había
Un tumulto de personas se acercaban curiosas a ver aquella peculiar escena donde el hombre tatuado sostenía por el cuello a otro que lucia mucho menos intimidante, Joseph miraba con un odio profundo a Charles quien luchaba por respirar, Isabella intentaba calmar a su amado quien parecía en toda la disposición de matar a su ex marido, Agatha no se encontraba con él, lo que le decía que había acudido allí sabiendo bien que laboraba en el museo y quería hablar con ella a solas, sin embargo, se había atrevido a abrazarla frente a su imponente y celoso Joseph…aquello había sido un error.— ¿Quién eres tú? — exigía saber Charles que forcejeaba con aquel imponente hombre.— Eso es lo mismo que exijo saber, ¿Quién demonios eres y porque te atreves a abrazar a mi novia? — demando saber de vuelta Joseph.— Soy el padre de su hijo — respondió Charles con una sonrisa que Joseph elimino de inmediato plantando un terrible puñetazo en la cara de aquel que había abandonado a su amada y a Ferdinand, m
La noche nublada presagiaba una madrugada de tormenta, el cielo demasiado oscuro cubría cada recoveco en Palermo, las luces de la gran ciudad lucían demasiado diminutas desde el último piso de aquel elegante edificio de departamentos, Joshua observaba el panorama tocándose el pecho, aun sentía el dolor que aquella bala le había provocado a flor de piel, aun no estaba completamente recuperado de aquello, sin embargo, nunca le habían gustado los hospitales, los aborrecía desde que era un niño y su madre era secretamente atendida en los que pertenecían a su familia después de recibir las brutales palizas en manos de su padre…la ultima vez, nada pudo hacerse y la había perdido.— Eres un hombre duro de matar, lo admitiré, Joseph no estará complacido cuando sepa que fallo su tiro, aunque, es curioso, lo conozco demasiado bien, incluso mejor de lo que tu lo haces, nunca falla un tiro, nunca — dijo Amaia con arrogancia mirando la espalda del mayor de los hermanos.— ¿Insinúas que fallo a pro
El cielo matutino lucia despejado y hermoso, no había una sola nube que opacara la luz del hermoso día que recién comenzaba, el museo abría sus puertas para recibir a los turistas y locales que disfrutaban del arte, las calles de a poco, comenzaban a abarrotarse del vaivén interminable de personas que, al igual que ella, salían a su trajín diario, Isabella caminaba con paso presuroso para llegar a tiempo, despertar en medio de la madrugada para hacer el amor con Joseph, aunque, muy placentero, no había sido la mejor de las ideas, despertaba tarde esa mañana y no le gustaba en lo absoluto ser impuntual especialmente con sus trabajos, sus ojos agua marina brillaban con intensidad, aunque, no sin un deje de angustia, temía que Joshua hiciera su aparición por alguna de sus clases y no se sentía lista para mirarle aun, había comenzado su entrenamiento con Joseph, aunque, por alguna razón no demasiado misteriosa, cada rutina la terminaban desnudos sobre la cama, aquel pensamiento la hizo so
Joseph había regresado a su hogar con mil pensamientos en su mente.— Se convirtió en asesino, eso fue lo que hizo — respondió Joseph terminantemente sin dar margen a más cuestionamientos que, por supuesto, su querida nana tenía.La nana negó en silencio, aquella respuesta había sido más que suficiente, conocía bien el triste pasado de aquel al que consideraba el hermano menor de Joseph, aquella dolorosa perdida que lo había marcado en manos de quien debía protegerlos, era lo que había marcado su destino y lo había convertido en el poderoso y temido líder de asesinos a sueldo que era.— En una pena, es un buen muchacho — dijo Joseph con sinceridad.— No — respondió Azrael con enojo.— ¿No? — cuestiono Joseph.— Hombres como mi hermano y mi abuelo no merecen el cielo, lo único que les aguarda es el infierno, allá, algún día nos veremos los tres juntos y los seguiré atormentando hasta el resto de lo que sea que dure la maldita eternidad — dijo Joseph haciendo una promesa.En Hawái había
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