Por doble amor: Mi papá perfecto
Por doble amor: Mi papá perfecto
Por: J. I. López
Capítulo 1: Un encuentro con el destino

La vida de una madre soltera es dura. Un motivo de burla para unos y de vergüenza para otros. Un estigma marcado por la misma sociedad, que encierra en un termino doloroso a aquellas mujeres que, por una circunstancia u otra, se encuentran completamente solas criando al hijo o a la hija que tuvieron con alguien más que por cosas de la vida se encuentra ausente.

Todos los días, queramos verlo o ignorarlo, miles de mujeres en todo el mundo se enfrentan a esta realidad en la que constantemente son señaladas con el dedo y criticadas a las espaldas, mientras ellas trabajan arduamente para sacar a las pequeñas vidas que dependen de ellas hacia adelante, hacia un futuro mas hermoso en donde vuelve a brillar la luz del sol.

Muchos han sido criados por madres solteras, muchos otros, huyen de ellas como si fuesen apestadas, buscándolas muchas veces por razones meramente egoístas. Sin embargo, solo unos pocos se atreven a amarlas, a amar a esa valiente mujer que a pesar de que el mundo no es amable con ella, no deja de pelear y no se rinde jamás.

Pocos hombres son los que se atreven no solo a amar a esa mujer fuerte, si no, tambien a su hijo, amarlo como si fuese su propia sangre y estar dispuesto a dar la vida por aquel pequeño o pequeña que es tan solo un inocente en este mundo de dolor e injusticia. Sin embargo, existen, y aun cuando pueden ser contados con los dedos de una sola mano y son como aquella aguja del pajar, existen…si existen.

Isabella Bianco era una mujer como muchas, madre soltera como otras tanto. Caminaba junto al pequeño Ferdinand, quien no tenía más allá de los 3 años de edad, y se aferraba fuertemente a la mano de su madre que lo sostenía sin soltarlo. El trabajo estaba haciendo falta, por lo tanto, ahora mismo, y sin tener con quien dejar a su pequeño, recorría la ciudad entera en busca de un empleo que le permitiera seguir sosteniéndose a ella y, sobre todo, a su pequeño retoño que la miraba con adoración sin que ella se diese cuenta.

Eran ya muy pocos los dólares que quedaban en su cartera, y la situación la mantenía constantemente estresada; si no encontraba un empleo rápido, tanto ella como su pequeño estarían en graves problemas. Mirando aquel cartel al otro lado de la concurrida avenida principal de Palermo, miro al cielo suplicando el esta vez tener suerte; ese seria su tercer intento, había intentando en otros dos lugares, pero, en el momento en que vieron a su hijo, poco les falto para echarla a patadas…nadie quería contratar a una madre soltera que no tuviese un lugar en el cual dejar encargado a su vástago, y es que aquella era una realidad, en los trabajos esperaban que la madre fuese trabajadora eficiente haciendo como si no tuviese ningún hijo, siempre les resultaba en un problema que dicho hijo pudiese enfermarse y tuviesen que ceder permisos, por ello, para una mujer como Isabella, el encontrar un empleo no era una labor sencilla, mas bien, era como una especie de lucha interminable en que la suerte resultaba ser, irónicamente, un factor determinante.

Mirando al pequeño que aún seguía aferrado a su mano mientras degustaba una paleta de dulce, le sonrió con dulzura, aquellos hermosos ojos de avellana, y los cabellos castaños claros que brillaban bajo la luz del sol, era todo cuanto necesitaba para tomar fuerza y valor y dar un paso hacia adelante.

—Bien, vamos allá, quizás, esta vez tengamos mas suerte Ferny — dijo Isabella a su pequeño hijo, quien estaba completamente ajeno a la penosa situación en la que se encontraban.

Tomando a su pequeño en los brazos, lo levanto para cruzar la avenida. Aquel era un hotel de cinco estrellas, muy popular entre los turistas mas opulentes. Stella Inc. Ese era el nombre, y sabía que quizás era una batalla perdida el intentar pedir trabajo en tan prestigioso lugar, sin embargo, tenia que intentarlo, aunque no podía evitar sentirse demasiado nerviosa; ya la habían rechazado en dos empleos anteriores, y de menor categoría que el lugar al que estaba a punto de entrar. Tomando todo el aire que sus pulmones pudiesen soportar, respiro fuerte y luego abrió aquella entrada de cristal templado para caminar con su hijo aun entre sus brazos, hacia la recepción para preguntar por el empleo. Bajando a Ferdinand de sus brazos, le indico que se quedara junto a ella mientras pedía informes sobre el empleo disponible.

—Buenos días, vengo por el empleo que está afuera…

Ferdinand, quien miro con bastante ilusión el elegante lugar lleno de luz y con demasiado espacio para correr, se alejo unos pasos de su madre para caminar y admirar con la típica inocencia de su infancia, por aquella enorme recepción en donde había algunas personas.

—La vacante es para limpieza, se encargaría de dejar impecables las habitaciones que se vayan desalojando, se necesita ser rápida y tener…

La mujer de la recepción explicaba sobre la vacante, cuando un hombre apuesto y de aspecto muy elegante, entraba por la enorme puerta custodiado por un par de guardaespaldas. Ferdinand, quien había comenzado a correr en la recepción, sin fijarse choco con las piernas de aquel alto hombre y luego cayo al suelo. El misterioso hombre, agachándose para ayudar al pequeño a levantarse, se sintió algo sorprendido al notar que este no estaba llorando a pesar de haberse lastimado.

—Hola pequeño, ¿Te encuentras bien? ¿En donde esta tu madre? — cuestiono el hombre notando aquellos enormes ojos avellanos tan brillantes que tenia el pequeño…muy parecidos a los de su fallecido hijo.

—Mami dice que no debo hablar con nadie que no conozca — respondió Ferdinand con dulce voz infantil, y luego corrió de nuevo hacia en donde se hallaba su madre.

El hombre de cabellos castaños, piel blanca, y unos profundos ojos grises que parecían cargar mil tormentas, miro como aquel tierno pequeño corrió hacia una mujer de aspecto sencillo hasta donde alcanzaba a apreciar, que estaba de espaldas hablando con la recepcionista. Sintiendo un nudo en la garganta el recordar algunas memorias que le eran tanto felices como dolorosas, camino hacia el interior del hotel, dando una ultima mirada a ese dulce pequeño que le decía adiós y le sonreía inocentemente.

—Muchísimas gracias, puedo comenzar cuando usted me lo diga, de verdad bendita sea por darme la oportunidad…

Isabella agradecía profundamente a la joven que la había atendido. Acababa de conseguir un empleo que, aunque podría resultar agotador, estaba muy bien pagado, además, no tenían problema alguno con que llevase a su hijo con ella ya que aquel hotel contaba con una estancia infantil para los hijos de los empleados que lo necesitaran, según las palabras de aquella mujer, aquella era una empresa que apoyaba a las madres y padres solteros. Sintiéndose demasiado afortunada, Isabella agradeció profundamente por aquella oportunidad, sin saber que su pequeño Ferdinand, acababa de tener un encuentro con el destino, uno que cambiaria sus vidas para siempre.

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