Mundo ficciónIniciar sesiónLiam
Isaac y yo nos quedamos de ver en la joyería Gleam's. Mientras lo esperaba en el coche, adelantaba algo de trabajo. Estaba tan absorto que me sorprendió cuando tocó la ventana.
Juntos nos dirigimos a nuestra cita con Isabel. Me sentí nervioso por volver a verla; no paraba de jugar con las llaves y sentía un ligero temblor en las manos. Al entrar, la vi: ahí estaba ella, sonriente, dirigiéndose a nosotros. Mientras hacía las presentaciones pertinentes, noté que una de sus compañeras, una pelirroja, me miraba fijamente. Me sonreía con una seguridad que rayaba en la provocación, acomodándose el escote de su blusa. Ese tipo de mujer, tan específicamente consciente de su poder de seducción, siempre me había generado desconfianza. Prefería la autenticidad, la discreción... cualidades que me parecieron evidentes en Isabel.
Me arrepentí de haber llevado a Isaac. Temía que, como siempre, me dejara en evidencia, manifestando mi amargura y dejándome en ridículo ante Isabel.
Y es en ese preciso momento cuando mi duda salió a relucir: nunca aclaré que soy el padrino de bodas. Alcancé a ver una chispa de emoción y sorpresa en Isabel, pero fue tan fugaz que casi lo imaginé.
Nos llevó a su despacho y nos mostró el boceto que había elaborado.
Nos encontramos frente a un tablero de diseño, rodeado de bocetos y muestras de gemas. Durante la reunión, no pude evitar mirar a Isabel de vez en cuando. Vi su pasión al hablar de materiales, sus gestos cuando fruncía el ceño e inclinaba un poco la cabeza para concentrarse. Se notaba que le apasiona lo que hace.
— ¿Qué les parece si incorporamos los detalles que me han sugerido? —comentó Isabel, esbozando una pequeña sonrisa—. ¡Me encanta su idea de un anillo clásico y elegante! Para eso, podemos combinar la belleza atemporal del diamante con la elegancia del zafiro.
Isaac sonrió. —Es una idea fantástica. Y podríamos agregar un pequeño diamante que represente la eternidad de nuestro amor.
Veo cómo se le ilumina el rostro, tomando una actitud más seria y profesional. Me cuesta trabajo ver cómo el amor que tiene por Karen lo cambia a esta persona seria y comprometida.
— ¿Qué les parece si diseñamos un anillo donde el diamante central tenga un corte brillante, que es el más clásico y popular? Y alrededor, podemos colocar pequeños zafiros azules en forma de halo —dijo ella, con una intensidad que me tenía maravillado y fascinado. Ya había notado su pasión por su trabajo, pero realmente le apasiona.
Y trato de imaginar que una mujer tan apasionada y hermosa esté soltera. Su voz es como el canto de una sirena para mí, me tiene hechizado.
—¡Estoy segura de que a Karen le encantará este diseño!, como lo sé porque mi instinto de mujer me lo dice —exclamó emocionada.
Pensé que solamente Isaac tenía el don de hablar sin parar, pero no, Isabel tampoco ha dejado de hablar del diseño, y creo que no ha respirado.
—Me gusta mucho su estilo, señorita González —La miré fijamente—. Creo que los anillos quedarán perfectos.
—Gracias, señor Sullivan. Haré todo lo posible para que estén satisfechos con el diseño —noté que se ruborizaba al decirlo—. Por cierto, ¿consiguieron algún anillo para tomar la medida exacta?
¡Ups! Salí de mi aturdimiento. Se me había olvidado que estaba con Isaac, así que él tomó la palabra y comentó lo que hizo para conseguir el dichoso anillo.
Intentaba disimular mi nerviosismo, pero se me notaba en la sonrisa tensa y en cómo evitaba mirarla a los ojos. Isaac hablaba sin quitarme la mirada de encima y esbozando una sonrisa burlona, dejándome ante Isabel como un completo idiota.
Ella trataba de aguantar la risa, pero no lo logró; ese sonido es música para mis oídos.
Aproveché que Isaac recibió una llamada de Karen y tuvo que salir un momento, para aclarar con Isabel el malentendido.
El silencio se estiró entre nosotros, denso y cargado. Evité su mirada, sintiendo cómo mi corazón palpitaba con fuerza en mi pecho. El roce accidental de nuestras manos al alcanzar un boceto me electrizó. Era la primera vez que estábamos solos, y la cercanía de Isabel me ponía realmente nervioso.
Me acerqué a Isabel. —Perdón por la confusión —le dije, bajando la voz—. No quería que... que pensaras que el novio era yo.
—No te preocupes —me interrumpió Isabel, con una sonrisa tranquilizadora—. Todos nos equivocamos alguna vez. Además, se notaba que estabas nervioso y omitiste el detalle de que eras el padrino de bodas.
—Sí, ese fue mi error —confirmé—. Isaac y Karen me eligieron, aunque sospecho que caí en una trampa por parte de ellos.
—Se nota que se llevan bien, ¿se conocen de hace tiempo? —me preguntó ella.
—Él, Alan, Brian y yo somos amigos desde la infancia, casi hermanos.
Isabel me miró con una intensidad cómo si pudiera ver mis miedos e inseguridades. Por primera vez, mi corazón estaba agitado; sentía que no sólo era atracción por ella. Y no sabía qué más decir en este momento.
— Y tú Isabel, ¿tienes amigos o algún novio? — se quedó pensativa un momento.
— Tengo una amiga que vive lejos, en Panamá. Nos seguimos por videollamada y mensajes, y también tengo a Claire, que aparte de ser mi jefa, es mi amiga y mentora. Y no tengo novio.
Nos quedamos viéndonos por unos momentos. Estaba por contestarle y decirle que era soltero, hasta que entró Isaac, sonriendo y mirándonos con cara de haber descifrado un enigma.
—Así que... ¿qué les parece si seguimos trabajando en el diseño? —dijo Isabel ante la llegada de Isaac, volviendo a su profesionalismo.
—Me parece perfecto —respondí con una sonrisa amable, mientras Isaac no paraba de vernos sospechosamente.
La tensión en el ambiente era palpable, cada vez que nuestras miradas se encontraban. Era evidente que había algo más surgiendo entre nosotros. Creo que Isaac lo estaba notando, por esas miradas que nos daba.
Al final de la cita, me levanté para despedirme. —Gracias por todo, señorita González. Nos pondremos en contacto pronto.
Asintió con la cabeza. —Será un placer trabajar con ustedes —nos dijo que nos daba a cada uno su número telefónico por si surgía alguna duda.
Al salir de la joyería me sentí más ligero, por fin estaba solucionada la misión de los anillos.
—¡Los anillos están en camino! —le dije con una sonrisa a Isaac.
—¡Yo sabía!... ¡Hice una buena elección! — Isaac soltó un grito de alegría.
—¿En qué? —Le pregunté.
—¡Eres el mejor padrino del mundo! —exclamó Isaac. Sonreí. Quizás ser padrino no era tan malo después de todo.
La tarde se tornó en un torbellino de emociones. La felicidad de Isaac contrastaba con la tensión que crecía entre Isabel y yo. Su mirada me buscaba, y la mía a la suya, en un juego silencioso que prometía mucho más. Anhelo el momento de invitarla a salir, de descubrir la chispa que se esconde tras su sonrisa. El futuro se vislumbra incierto, pero excitante.
Muchas gracias, por estar aquí conmigo. No olviden apoyarme dejandome sus comentarios. Mil gracias.







