Capítulo: Lo Que el Corazón No Puede Sostener
El consultorio estaba cálido, con esa luz tenue que apenas alcanzaba para no ver del todo las heridas. María se sentó frente a la psicóloga como cada semana, aunque esta vez… algo era distinto. No traía flores. No traía esperanza. Solo el peso de una verdad que ya no podía ocultar ni disfrazar.
—Doctora —dijo con la voz quebrada—. Esta vez… no sé cómo empezar. Pero necesito que escuche bien lo que voy a decirle, porque no sé si después podré repetirlo.
La psicóloga asintió con calma, invitándola a continuar.
—Mi hijo… Fabricio… —tomó aire, tragándose las lágrimas—. Yo hice todo para sacarlo de la cárcel. Vendí mis cosas, me endeudé, creí en sus palabras. Pensé que si alguien lo salvaba, tenía que ser yo. Porque si una madre no lo hace, ¿quién más?
Se llevó la mano al pecho.
—Pero me equivoqué. Me equivoqué profundamente. Porque Fabricio… no quiere ser salvado. Está enfermo. Cree que el mundo le debe algo, que Alejandra, que los Mar