Capítulo: La Luz y la Sombra
El fin de semana en Bellavista había pasado como un suspiro entre risas, abrazos, martillazos que daban forma a rejas, estructuras y sueños, metales que se transformaban en arte y palabras susurradas al calor del hogar. Pero la ciudad volvía a reclamar su ritmo, y con el lunes llegó la rutina: estudios, trabajo y preparativos.
Esa semana no era cualquier semana.
La inauguración de la clínica pediátrica, proyecto soñado por Damián y Alejandra se celebraría el viernes. El edificio ya estaba listo: blanco, brillante, con murales coloridos en las salas de espera, consultorios luminosos y una zona especial de juegos diseñada con amor.
El diseño arquitectónico hablaba de ellos. Cada rincón respiraba ternura. Las paredes, de un blanco marfil cálido, se iluminaban con los reflejos del vidrio templado. En el hall central, colgaban móviles con formas de animales. Las puertas eran suaves al tacto, con esquinas redondeadas y colores pastel que invitaban al juego.