Capítulo: El día del apellido
El edificio del juzgado se alzaba silencioso esa mañana, con un cielo gris que parecía presagiar el vaivén de emociones que aguardaba dentro. Afuera, Alejandra sostenía la mano de Alejandro con suavidad, mientras Damián acariciaba con ternura los rizos del niño para calmar su ansiedad.
—¿Va a estar bien, mami? —preguntó Alejandro, con los ojos grandes y transparentes como el agua.
Alejandra se agachó a su altura, lo abrazó con fuerza y le sonrió.
—Va a estar bien, amor. Lo que pase hoy no cambia lo que sos ni lo mucho que te amamos.
La psicóloga también estaba cerca, con una expresión serena, acompañando en ese momento en el que todo lo trabajado en sesiones tenía que sostenerse con amor real. Le habían hablado con la verdad: que su padre quería verlo, que hoy se tomaría una decisión importante, pero que él no debía temer, porque estaba rodeado de gente que lo amaba profundamente.
—¿Y mi nombre va a cambiar? —susurró con un dejo de duda.
—Sí, mi amo