169 El acecho .
Capítulo: El acecho
Fabricio salía del hospital cada día con la cara impasible y los guantes de limpieza aún húmedos, pero por dentro ardía de rabia contenida. Había pasado horas lavando baños como si fuera un castigo divino, agachado frente a tazas mugrientas, con un agente controlándolo como si fuera un animal. Pero él no era un animal. Él era un cuervo.
Un cuervo paciente, negro y silencioso, que esperaba el momento exacto para picar la cosecha.
El abogado le había dicho que debía cumplir su ruta al hospital y regresar directamente. Pero Fabricio, astuto, había encontrado un pequeño desvío. Un atajo que pasaba por el costado del hospital, bordeando el jardín infantil donde, según había oído, a veces jugaba su hijo. No estaba en el itinerario aprobado por las autoridades, y aún no lo había reportado. Era su pequeño margen,Su respiro.
Cada tarde, al salir, desviaba unos metros más allá del camino marcado. Solo lo suficiente para echar una mirada. Para vigilar y grabarse las ca