Capítulo – Lo que ve el corazón
El sol pegaba fuerte ese mediodía en el terreno de Los Tréboles, pero a Alejandra Martínez no parecía importarle.
Llevaba su casco blanco, jeans manchados de polvo, carpeta en mano y los ojos puestos en el corazón de la obra. La estructura de la futura Clínica Pediátrica Comunitaria crecía con ritmo firme: las paredes internas ya empezaban a delimitar las salas, y los albañiles saludaban cada vez que ella pasaba con sus marcas y planos.
Pero no era solo eso lo que le provocaba esa sonrisa tonta que se le escapaba de vez en cuando.
Era que, a solo unos metros, en la clínica provisoria (el container blanco), Damián Torres atendía a los niños con esa dulzura de costumbre, y ella, entre correcciones y observaciones técnicas, no podía evitar mirar de reojo cada vez que lo escuchaba reír.
Lo observaba hablarles agachado a su altura, hacerle juegos con la linterna, escuchar sus pechos con esa paciencia que parecía infinita. Lo veía salir con los historiales ba