—Que no quería... que sonara así... O sea, te quiero mucho, sí... pero como amigo —me apresuré a aclarar. Me miró fijamente unos segundos y luego esbozó una sonrisa burlona.
—Ya lo sé, Salomé... Perdoname, me dejé llevar —dijo mientras se levantaba.
Otra vez volví a sentir que me estaba equivocando. O sea, no en lo que le había dicho, porque era verdad, yo a Fernando no lo veía como a nada más que un amigo. Pero sentía que me estaba volviendo a equivocar en las formas...
—Espera... —grité, y le agarré el brazo para que no se fuera.
—¿Qué?
Sentía que si lo dejaba ir de esa manera, la reconciliación no iba a ser completa. Presentía que íbamos a volver a estar mal. Presentía que, al día siguiente, el ambiente iba a volver a ser malo y que no &ia