Me lo agradecerás...
12:00 hs. — PERSPECTIVA: Zamira.
—Ya está, Fernando. Haz las maletas.
Si Salomé no se hubiese levantado a toda prisa dejando un reguero de lágrimas detrás de sí, tranquilamente podría haberme pensado que acababa de mandar al indeseable a tomar por culo. Pero como las sensaciones no eran ni por asomo tan agradables, decidí seguirla cuando salió pitando para su habitación sin siquiera pararse a esperar una respuesta de la garrapata.
—¿Y eso, Salomé? —le pregunté apenas la vi—. ¿Por qué le has dicho eso al asqueroso?
Pero no me respondió. En su lugar, se agachó por un lado de la cama y comenzó a forcejear con algo que había debajo. Un par de segundos después, mis más profundos temores comenzaron a hacerse realidad.
—¿P-Para qué quieres eso, Salomé? —le dije, intentando mantener la compostura, señalando a aquel maletón del tamaño de un FIAT 600 que acababa de dejar sobre su cama.
—Quería apurar hasta el último momento, pero ya no tiene sentido —dijo, mientras se dirigía ahora hacia el ar