00:30 hs. - Salomé.
—Que te vayas a la mierda te he dicho.
—Dale, boluda, si te gustó más a vos que a mí.
—Eres un imbécil. Un imbécil y un capullo.
—Uy, esas palabritas. Pensaba que a la nenita la habían educado de otra forma.
—Vete de aquí.
—No, quiero dormir con vos esta noche.
—Pero yo no. Sácamelo de dentro de una vez y vete a tu habitación..
—Ah, sí, perdón.
Hacía escasos minutos, había vuelto a traspasar otro límite. Otro de esos límites de los que no se puede volver. Y todo había sido por su culpa, por eso estaba tan enfadada. Una cosa era permitir que tuviera sexo conmigo, y otra muy diferente era dejar que hiciera lo que quisiera, cuando quisiera y donde quisiera.
—¿En serio nunca lo habías hecho? —me preguntó mientras le hacía un nudo al preservativo que acabábamos de usar.
—¿El qué? —me hice la desentendida.
—Hablar por teléfono mientras hacés el amor.
—Por supuesto que no...
—Tenés que soltarte mucho más todavía, nena. No sabés la de cosas que te faltan por ver y aprender