Capítulo treinta y nueve
Se presentó en el instituto con un buen dolor de cabeza. Dos botellines de cerveza le dejaron el cuerpo hecho un despojo; antaño sus riñones se bañaban en alcohol y ni se inmutaban. Ahora, solo con el olor ya se ahogaban, y la culpa, le devolvía recuerdos que prefería olvidar.

No avisó de su visita, no había tiempo. Se acercó al despacho y llamó, no había nadie, no se imaginó que el director no se encontrara en las horas lectivas. Las clases habían comenzado, se escuchaba el eco de las voces de los muchachos a través de los pasillos y algún grito de algún profesor. Salió por la puerta trasera hacia el campo de fútbol y la zona de recreo. Vio a Martin, el profesor de gimnasia, haciendo que unos muchachos corrieran agotados mientras él los observaba, su único ejercicio era visual. Giró hacia la izquierda, no seguía ningún recorrido en concreto, sólo su instinto le guiaba. Se quedó paralizado cuando vio la ventana del baño de las chicas. Observó los barrotes y una sombra que se movía cont
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