Capítulo doce
Volvió a entrar en el instituto. A la derecha se encontraba el salón de actos, no era muy grande, pero estaba bien equipado con luces y sonido; al fondo estaba el escenario, y sobre él, unas sillas formando en círculo.

Freire tuvo que pestañear dos veces, aquello era un interrogatorio no unas reuniones de alcohólicos anónimos, pero le servía para su función, al fin y al cabo, era lo que era, todo aquel teatro era para descubrir quién era el eslabón débil.

— Espero que no le importe — recordaba aquella voz, y, sobre todo, aquella extraña sonrisa—, he colocado las sillas conforme me pareció más adecuado.

— La colocación no está mal — Se subió al escenario y se colocó en la silla que daba la espalda al público. Era una norma en el teatro: jamás se le da la espalda al público. Pero en este caso el único público que le interesaba era el que él vería, no el que pudiera verle.

— Creí que prefería sentarse aquí — le mostró la otra silla, justo la que estaba enfrente, la que se mostraba frente
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