Capítulo once
La casa de los Álvarez era una de las que estaban más cerca del Ayuntamiento y por lo tanto del instituto. Era grande, con un enorme jardín; se notaba la diferencia de clases. Cuanto más cerca del centro, las casas eran más caras y lujosas, cuanto más alejadas, como la casa de Vanesa, más baratas y sencillas.

Una mujer menuda le abrió la puerta y le indicó que la siguiera hasta el salón. Si la casa por fuera era espectacular, por dentro era increíble; acabados en mármol, tapicería lujosa, muebles a medida. Aquel lugar era una oda al dinero, al lujo y al despilfarro; había cientos de cuadros y tapices que para nada concordaban con el estilo, pero estaban expuestos para lucirlos.

— Buenos días, Señora Álvarez —. La mujer hizo un gesto para qué se sentará —. Lamento avisarle con tan poco tiempo.

— Comprendo que una investigación el tiempo apremia —. Arqueo las cejas.

— Gracias por su comprensión — odiaba tratar con este tipo de gente — Me gustaría conocer en detalle cómo se enfermó su hij
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