MANSIÓN CARBONE – COMEDOR PRINCIPAL – NOCHE.
El comedor estaba iluminado por una araña de cristal que lanzaba destellos tenues sobre la larga mesa de caoba. La cena había sido servida: risotto de setas, carne asada, ensalada fresca. Pero el ambiente era todo menos apacible.
Sofía, impecable en un vestido azul medianoche, entró con paso elegante y alzó la vista al ver a su hijo menor tomar asiento. Sus ojos se clavaron como dagas en el rostro de James. Se detuvo en seco.
—¿Qué es eso en tu cara? —espetó, cruzando la mesa hacia él.
James, que ya tenía el tenedor en la mano, alzó la mirada con un gesto resignado. Derek, sentado frente a él, tensó la mandíbula. Vittorio ni siquiera levantó los ojos de su plato.
—Mamá, no empieces —murmuró James.
—¡¿No empiece?! ¿Te viste en un espejo, James? ¡Estás golpeado! ¡Desfigurado! —Sofía se volvió hacia Derek de inmediato—. ¡Fuiste tú! ¡Tú lo llevaste a eso!
Derek se incorporó de golpe, la silla chirrió contra el suelo. Sus nudillos vendados desca