50. Observada
Isabella
Don Augusto, me despierta a gritos, estoy empapada en sudor y el corazón me late a mil por hora, esto va mal, quizás el podría resolver las cosas y yo solo me aceleré, giro mi rostro para ver a mi viejito que luce preocupado.
—Perdón, mi viejito bello creo que me dejé llevar —bajo la mirada.
—Creo que si, me vas a contar que paso o ¿tengo que adivinarlo? —me sonríe sentándose en la cama a mi lado.
Le devuelvo el gesto, bajo la vista y jugueteo con mis pulgares; mi viejito toma mi barbilla y levanta mi rostro, nos vemos a los ojos, su presencia me da tanta calma.
—Esta mañana antes de ir a ti casa, me di cuenta que se le habían olvidado unos documentos a Clark, en casa, así que se me hizo buena idea ir a entregarlos antes —suspiro largo —cuando iba a abrir la puerta de su oficina, escuché la voz de una mujer...
—¿Te estaba engañando? Se lo advertí, pero que pasa co los hombres de ahora —empieza a refunfuñar y te go que detenerlo.
—No, no, no, no, el no me estaba eng