—¡Lluvia!
De repente, una voz me sacó de mis pensamientos. Fue Samuel quien me había encontrado.
Me sentí como si me hubieran dado un golpe repentino, despertando del estado inconsciente.
—No iba a …
—Lo sé, lo entiendo…
Me llevó a un hotel. Él me abrazaba, con una mirada llena de preocupación.
—No tienes que decir ni una sola palabra. Te entiendo todo…
Sus besos eran tan ardientes, acariciando mis cejas y labios, atrapando con mucho cuidado mi lengua temblorosa. Jugueteaba con mis labios, murmurando:
—No te preocupes, aún me tienes a mí.
Me quedé dormida en su abrazo. Al día siguiente, fui despertada por el grito agudo de Nieve.
Mamá había instalado un localizador en mi celular. Antes, solía dejar el celular en casa, pero esta vez no lo hice porque fue un accidente inesperado.
Mamá levantó las mantas y me golpeó tan fuerte, dejándome grandes moratones a su paso.
—¡Mal**ta despreciable! ¿Por qué tengo una hija como tú? ¡Zorra sin vergüenza!
¿Quién podía salvarme en ese momento…? Miré a