El rostro de Miguel se llenaba de rabia, toda su vida pensó que era el responsable de la muerte de su familia. Pero esto no se iba a quedar así, haría justica por ellos.
—Gracias Thera.
—Miguel, ten mucho cuidado. No podrás vencerlos solo.
—No te preocupes, sé muy bien lo que haré —sentenció, su celular comenzó a sonar, era su seguridad privada —. Diga —se puso de pie al escuchar lo que decía su guardaespaldas —, ¿dónde fue eso y hace cuánto? —trataba de mantener la calma —. ¡UNA HORA! ¿¡Y por qué carajos me llaman hasta ahora!? —iba decir algo más cuando la puerta de su oficina se abrió y ahí estaba ella, parada frente a él mirándolo y luego mirando a Thera con extrañeza —No hace falta que sigan buscando, acaba de entrar a mi oficina —colgó.
El ambiente se tornó incomodo y un silencio los envolvió por unos segundos. Miguel la miraba molesto y ella lo taladraba con la mirada, moría de celos.
—Me voy Miguel, cualquier cosa me llamas.
—E