- Oye Nicolás, ¿por qué decidiste que no puedes fumar en esta mierda? - gritó Lorraine mientras salía de la piscina con su hija en el regazo.
Me reí. Ella no pudo evitarlo. Lorraine siendo Lorraine: sincera y tácita.
- Yo no decidí... Es la ley.
- Cambiar la ley... Eres dueño de todo el puto asunto.
- Cariño... No grites así. preguntó Felipe. - Incluso más blasfemias. Todos están mirando hacia aquí.
- No hay problema, Felipe. - dijo Nicolás. - Gracias a ti entré por primera vez a la piscina del Paraíso. Se limpió el cabello y lo sacudió, poniéndose la piel de gallina.
Ese hombre era obra del diablo, porque no era de Dios. Nicolás era pura fatalidad. No había mayor perfección en el Paraíso... y ni siquiera en los alrededores. Era tan alto... Su cuerpo era delgado, sus brazos eran ligeramente musculosos y sus piernas eran perfectas y bien formadas. Y no, no se afeitó, aunque no estaban cubiertos de pelo. El color de sus ojos se mezclaba con la piscina a mi lado y el mar frente a nosotro