- Nicolás, te estás volviendo demasiado engreído... Y fanfarrón.
Lentamente movió sus dedos hacia arriba y comenzó a alisar mi pierna hasta que llegó a mi rodilla. Obviamente podía ver mi piel erizarse. Saqué mi cuerpo de la pared y él tiró de mí por las piernas, haciéndome sentar en el borde de la cama, con mis piernas envueltas alrededor de él. Nos miramos el uno al otro y sentí que mi corazón latía tan fuerte que casi pensé que iba a morir. Me acarició la cara y sentí sus cálidos dedos. Envolví mis brazos alrededor de su cuello y sentí que me rodeaba con el suyo. Pasé mis manos por su espalda desnuda, que estaba ardiendo como yo. Apoyó su cabeza en mi pecho y sentí su cálido aliento.
- ¿Qué te hago, Julieta? preguntó sin mirarme.
Alisé su cabello fino, con su rostro aún escondido entre mi cuerpo, y dije:
- Me mojaste las bragas... - Confesé en voz baja, jadeando.
Empezó a reír.
- ¿Que pasó? Me pediste que dijera... - Me justifiqué.
Me acostó lentamente en mi cama y cuando se acercó